4 de noviembre de 2025

Por Héctor Aguilar Camín

El gobierno es muchas cosas pero entre ellas es pedagogía, inducción de  conductas públicas, diseminación de valores y creencias, lecciones prácticas de lo permitido y lo prohibido.

Para efectos de su eficacia, la dimensión pedagógica es necesaria  igual para todos los gobiernos, para democracias y para  dictaduras.

Antes de ser dictaduras, el nazismo alemán y el fascismo italiano fueron máquinas pedagógicas, sus ciudadanos caminaron al patíbulo con credulidad y hasta con entusiasmo, llevados por sus pedagogos, palabra que en su acepción griega significa “educador” (paidagōgós: “el que conduce o guía niños”).

El sábado pasado, en una celebración del Día de Muertos, el alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, fue asesinado. Era la única voz de una autoridad de cualquier nivel de gobierno, en toda la república, que tenía una postura radical en el combate al crimen y que conducía, personalmente, batidas contra los delincuentes.

Había dicho a Joaquín López-Dóriga:

“Tengo mucho miedo, pero tengo que acompañarlo de valentía, no nos queda de otra. No podemos dar ni un paso atrás, está en riesgo nuestra vida, está en riesgo nuestro gobierno y de los ciudadanos”.

Había dicho también:

“Si no se pone orden aquí en Uruapan, pronto a nivel nacional se escuchará un levantamiento fuerte, de voz, de justicia y, si es necesario, hasta de armas, porque la gente ya está hasta la chingada”.

Hace un mes, Carlos Manzo detuvo a un “jefe de plaza” del Cartel Jalisco Nueva Generación. Desde entonces usaba chaleco antibalas.

Dio instrucciones a su policía municipal de “abatir” a delincuentes que se resistieran. La presidenta Sheinbaum lo instó a respetar “el Estado de Derecho”.

Pidió, sin cesar, auxilio a la federación. Recibió apoyo de la Guardia Nacional durante un tiempo, pero luego el apoyo fue suspendido.

El sábado lo mataron.

La lección del crimen es clara: morirá quien se les oponga activamente.

El asesinato de Carlos Manzo es un mensaje del gobierno criminal que comparte poder y negocios con el gobierno legal en muchas partes de México.

Como pedagogía de miedo, de violencia, de inmovilidad ante el crimen, la lección de Uruapan es diáfana, siniestra:

Se opuso al crimen: lo mataron.