8 de diciembre de 2025

 

Por Leticia Núñez Hernández

 

La muerte de Enrique Levet Gorozpe, dirigente histórico del FESAPAUV durante más de dos décadas, marca el cierre de una etapa que, más allá de sus avances o estabilidades negociadoras, dejó intacta una pregunta esencial: ¿por qué los mismos liderazgos ocupan los mismos espacios durante tantos años, y qué implica esto para la inclusión en la vida sindical universitaria?

Las primeras notas sobre su fallecimiento coinciden en subrayar su capacidad negociadora, su larga permanencia y su ascendencia sobre la estructura sindical. Pero la narrativa pública evita un matiz que hoy es indispensable incorporar: el modelo de representación del académico en la Universidad Veracruzana no ha sido inclusivo, ni en el acceso a la dirigencia, ni en la diversidad de voces, ni en la participación de mujeres, personas con discapacidad, personal académico precarizado o jóvenes académicos.

El FESAPAUV, con Levet al frente, consolidó una estructura estable pero rígida, donde la renovación era más un concepto aspiracional que una práctica real. Se normalizó que una sola figura representara durante décadas a miles de docentes cuyas condiciones de vida, de salud, de precariedad y de discriminación han cambiado profundamente. La inclusión —ese término omnipresente en discursos universitarios— nunca llegó a permear la estructura sindical.

No es casual que siempre hayan sido los mismos liderazgos. Es consecuencia de: Estatutos que privilegian la continuidad sobre la diversidad. Procesos internos poco accesibles a voces críticas o ajenas al comité central. Una cultura universitaria que ha tolerado, cuando no celebrado, la concentración de poder como garantía de “estabilidad”. La ausencia de participación real de mujeres académicas, cuya presencia en cargos directivos es mínima pese a constituir una parte considerable de la planta docente. La exclusión sistemática del personal con discapacidad y de quienes se encuentran en condiciones de vulnerabilidad laboral o médica. El discurso de negociación colectiva se volvió un lenguaje técnico administrado por unos pocos, mientras la inclusión como derecho humano fue ignorada sistemáticamente.

La inclusión no puede entenderse como el simple paso del tiempo o la sucesión natural de liderazgos, sino como la capacidad de repensar la estructura organizativa. El estatuto vigente del Fesapauv —sin reformas públicas posteriores a 2021— no contempla mecanismos de democratización interna, como límites de permanencia, mandatos rotativos, cuotas de género, participación de académicas jóvenes, representación de personas con discapacidad o procedimientos vinculantes de rendición de cuentas.

Esa ausencia normativa ha permitido la continuidad de liderazgos masculinos, homogéneos y prolongados, consolidando un modelo que difícilmente puede llamarse incluyente en el sentido contemporáneo del término. Si el sindicato desea avanzar hacia la pluralidad, la paridad y la renovación real, sería necesaria una reforma estatutaria que coloque la inclusión como principio rector y no como discurso accesorio.

La discusión sobre la inclusión en los sindicatos universitarios no puede centrarse en nombres ni coyunturas, sino en las estructuras que históricamente han limitado la participación plena de todos los sectores académicos. En México, y Veracruz no es la excepción, los sindicatos han tendido a reproducir modelos de representación predominantemente masculinos, jerárquicos y poco permeables al relevo generacional.

No se trata de señalar individuos, sino de observar cómo las reglas internas —estatutos sin perspectiva de género, ausencia de mecanismos de apertura democrática y poca presencia de mujeres en puestos clave— han configurado organizaciones que avanzan en estabilidad laboral, pero no necesariamente en inclusión o diversidad.

Este momento de transición sindical invita a reflexionar no desde la confrontación, sino desde la oportunidad: ¿cómo se moderniza un sindicato para que represente a todas las voces?, ¿cómo se garantiza que las académicas, los jóvenes, las personas con discapacidad y los perfiles no tradicionales tengan un lugar real en la toma de decisiones? La revitalización sindical, si ha de ser auténtica, deberá surgir de esa pregunta colectiva y no del cambio de una sola persona.

Hoy, el FESAPAUV enfrenta una transición crucial. Según los estatutos, el comité estatal nombrará un representante provisional y luego convocará a un proceso interno.

Pero si ese proceso repite el patrón histórico —cerrado, vertical y controlado por los mismos grupos— la muerte de Levet no significará un cambio, sino simplemente el relevo administrativo de un modelo agotado.

La comunidad académica exige más. La inclusión no puede seguir siendo un discurso institucional mientras la vida sindical permanece congelada en la misma lógica de hace 30 años.

Es momento de abrir espacios para: Mujeres académicas con trayectoria y voz propia. Académicos jóvenes con propuestas de modernización y justicia laboral. Personas con discapacidad que han sido sistemáticamente invisibilizadas. Personal académico precarizado que nunca ha tenido representación real. Diversidad política, generacional y territorial dentro del sindicato. La representatividad debe verse, sentirse y ejercerse; no solo declararse. La Universidad Veracruzana ha encontrado históricamente comodidad en un sindicalismo predecible. Pero un sindicato sin diversidad no defiende a toda su base. Un sindicato que no escucha a quienes viven discriminación, burnout, cargas desmedidas o precariedad, no es un sindicato inclusivo.

La muerte de Enrique Levet no debe leerse únicamente como un hecho biográfico, sino como una oportunidad para preguntarnos qué tipo de representación queremos. Si la transición mantiene las mismas prácticas, entonces no habrá cambiado nada: solo habrá muerto un hombre, pero no el modelo que lo sostuvo.

La inclusión —la verdadera— exige redistribuir poder, abrir espacios y reconocer la pluralidad del personal académico. O el FESAPAUV se renueva, o seguirá siendo un sindicato para unos cuantos, pero no para todas y todos.