4 de noviembre de 2025

Por Sergio González Levet

Los veo en grupito, no agrupados; unidos en/por sus limitaciones; “agitados, no revueltos» («shaken, not stirred»), como pedía James Bond sus martinis. Son el señor Martín Aguilar y sus 40 secuaces, que están apropiados ilegalmente de la Rectoría y de la administración de la Universidad Veracruzana.

Son 40 más Martín, que dan la bonita cifra de 41 (sin implicaciones con otra interpretación del numerito) y que se circunscriben a sí mismos, igualados por su escaso entendimiento, por su ambición de poder, por su falta de respeto a la institución que deberían amar entrañablemente, como lo hacen los demás de la comunidad universitaria que son 90 mil, o un poco más de 90 mil (según la apreciación que me hace, experto, el exrector Raúl Arias Lovillo): los estudiantes, los académicos, los investigadores, los empleados.

Pero aquellos 41 se dicen y se tratan de creer su propia mentira de que son la universidad en pleno. Creen eso de que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad para la percepción de las mayorías.

Y repiten sus falsos argumentos creyendo que son del calibre de los que Goebbels componía para Hitler. Pero ni eso, son apenas ocurrencias mal pensadas y peor escritas que hacen públicas a fuerza de inserciones pagadas a seudo reporteros y dudosos medios, a remedos de influencers y granjas de bots de baja estofa.

A base de chicanadas, de desviaciones de la ley, de tortuosas interpretaciones lograron hacerse de una declaratoria de la Junta de Gobierno que convirtió al entonces Rector válido en un rector espurio, a una autoridad legal en una potestad usurpadora.

Instalados en las oficinas de la Rectoría, la convirtieron en un búnker inexpugnable, se atrincheraron y cerraron las puertas a piedra y lodo para que nadie pudiera entrar a quitarles su botín, pero terminaron encerrados en su propia prisión, labrada por sus marrullerías legales y por el uso indebido de los recursos universitarios. Se creyeron Luis XIV y su séquito (“La Universidad soy yo”) y no pasaron ni pasarán de ser una corte de los milagros.

Son 41 personajes pequeños, chiquititos, diminutos, enfrentados con 91 mil muchachas y muchachos impetuosos, con respetados maestros e investigadores, con honestos empleados.

Y como son tan poquitos, creen que ya ganaron y que sus artimañas los consolidarán en el poder arrebatado; que podrán seguir usando el erario universitario a su antojo y para su disfrute personal.

Pero no es posible que 41 tanto monten, monten tanto, como los 91 mil universitarios que le dan forma a todo lo grandiosa que es la Universidad Veracruzana. Son demasiados y son demasiado para esa gavilla de seres grises, oscuros, cerrados que están aferrados al control de la administración…

Aferrados por ahora, pero que pronto se van a ir al resumidero de la historia, porque de ninguna manera representan a la Universidad, lis de Veracruz, arte, ciencia, luz.