
Por Salvador Muñoz / Los Políticos
Carlos Manzo es, hoy por hoy, el estandarte de la Oposición y el anatema del Gobierno.
Algunos lo comparan con Luis Donaldo Colosio, quizá por la forma en que su agresor lo victimó; otros, más audaces, por el “futuro” que representaba, como aquél que muchos siguen atribuyendo a Colosio.
Me explico: había quienes ya veían en Carlos Manzo al futuro gobernador de Michoacán, incluso a un posible candidato presidencial rumbo al 2030.
A Colosio se le recuerda como el presidente ideal que nunca fue, elevado a ese pedestal por su trágica muerte y por aquel discurso del 6 de marzo de 1994: “Veo a un México con hambre de justicia…”
Manzo atrajo los reflectores cuando, desde las redes, llamó o retó a Claudia Sheinbaum y a Omar García Harfuch a no dejar solo a Uruapan “en el combate a los delitos federales que corresponde atender a la Federación”, mientras anunciaba su lucha municipal contra la inseguridad.
Desde Morena, fue uno de los críticos más severos del clima de violencia que se vivía en su municipio, su distrito y su estado. Incluso llegó a ser víctima de esa misma inseguridad, a manos –según denunció– de la propia Guardia Nacional.
Ahí hay más similitudes con Colosio.
¿Quién mató a Colosio? Para muchos, no fue Aburto. En la narrativa popular, la responsabilidad recayó en Carlos Salinas de Gortari.
¿Quién mató a Manzo? Para la Oposición, la historia ya tiene un culpable asignado: #FueClaudia.
Colosio, quien tenía todas las de perder como candidato del PRI, se convirtió tras su muerte en el sentimiento de una nación que terminó votando por el mismo partido.
Manzo, con apenas un mes como presidente municipal, ya era visto por muchos de sus seguidores como figura con talla de gobernador y más allá. Hoy, todavía es difícil dimensionar el efecto político y social que su muerte tendrá, al menos de aquí al 2027.
Carlos Manzo es, en este momento, un estandarte para la sociedad y, de paso, para la Oposición: una bandera para ondear contra el partido en el poder, contra la presidenta Claudia Sheinbaum y, si se descuida, hasta contra el puntero en la carrera presidencial del 2030, Omar García Harfuch.
El problema no es que Carlos Manzo sea un estandarte del ciudadano. El problema es que lo sea para la Oposición.
Es cierto, no lo será para Movimiento Ciudadano, que en su Colosio ya tiene su propio símbolo. Pero en el PRI, ¿quién tomará esa bandera de lucha por la justicia? ¿Quién en el PAN?
No hay duda: Carlos Manzo se ha convertido en un referente, un personaje trágico, un héroe que, al igual que Colosio, no pudo ver realizado su sueño.
Colosio soñó con un México sin hambre de justicia; Manzo, con un Uruapan sin violencia. Ambos, en distinta escala, en diferente dimensión, y post mortem, encarnan la esperanza de millones de ciudadanos que sueñan con un mejor México.
