
Productores mexicanos
Por Rebeca Solano
Productores agrícolas mexicanos levantan la voz ante la crisis estructural que golpea al campo. Desde los intermediarios hasta los propios agricultores, se repite una misma exigencia: no buscan caridad, sino justicia y respeto por su trabajo.
Un trabajador del sector de intermediación agrícola explicó que, aunque muchos repiten el discurso de que los campesinos “deben salir a vender a las calles”, nadie parece dimensionar la magnitud de la producción agrícola mexicana. “¿Cómo se supone que alguien salga a vender 20 toneladas de maíz, 15 de tomate o 30 de cebolla en la calle?”, cuestiona.
Los agricultores mueven toneladas de alimento cada temporada, productos perecederos que requieren transporte, refrigeración, distribución y compradores a gran escala. “Si no mueves el producto a tiempo, se pudre”, advierte.
Un sistema que castiga al que siembra y premia al que revende
Para cultivar una sola hectárea de jitomate se necesitan en promedio 70 mil pesos en inversión inicial —semillas, fertilizantes, pesticidas, riego, mano de obra, energía y transporte—, además de más de 400 horas de trabajo humano. A pesar de ese esfuerzo, una caja de jitomate se paga en el campo a 5 o 6 pesos, mientras que en los supermercados se vende entre 35 y 40 pesos.
“El agricultor paga por sembrar, regar, cosechar y mover su propio alimento, y aun así es el que menos gana”, denunció. “El sistema está diseñado para que quien produce menos gane más, y quien no siembra nada se quede con la ganancia”.
El transporte representa otro golpe: mover una tonelada de jitomate puede costar casi lo mismo que lo que se gana por venderla, y cada viaje implica riesgos, desde el costo del combustible —más de 24 pesos por litro— hasta la inseguridad en las carreteras.
Los números no cuadran
El ejemplo más claro está en la tortilla. El kilo se vende hasta en 30 pesos, pero al productor de maíz apenas se le pagan 5 pesos por el kilo con el que se elabora. “¿Dónde se pierden los 25 pesos restantes?”, cuestionan.
“El campo vive con los números volteados. El que sostiene el alimento más básico del país es también el que menos gana”, enfatizan los productores.
Una competencia injusta y un abandono histórico
Más del 60% de los productores agrícolas en México siembra menos de 5 hectáreas, pero aún así sostienen el 35% de los alimentos que llegan a las mesas mexicanas. La mayoría no tiene acceso a créditos, seguros ni maquinaria moderna, y vive en condiciones de alta precariedad.
Desde el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, el campo mexicano compite en desventaja total. Mientras en el norte los agricultores reciben subsidios y energía barata, en México los campesinos pagan todo de su bolsillo: fertilizantes, agua, transporte, empaques y pérdidas.
“El maíz estadounidense cuesta menos no porque sea más eficiente, sino porque allá el Estado protege a sus agricultores. Aquí, los nuestros sobreviven con fe y con deudas”, lamentan.
El campo no pide limosna, pide respeto
Las manifestaciones recientes de productores no son por flojera ni por falta de trabajo, sino porque ya no pueden sostener un sistema que los empuja a la ruina.
“El campo mexicano no estira la mano: sostiene al país entero”, señalan. “Cada tortilla, cada jitomate, cada frijol lleva detrás una historia de esfuerzo, deuda, cansancio y orgullo”.
Actualmente, siete de cada diez hogares rurales viven en algún grado de pobreza, y aun así alimentan a más de 130 millones de personas.
“El campo mexicano no está pidiendo caridad, repito: pide respeto, memoria y un lugar digno en el futuro de este país. Porque alimentar a México no debería ser un acto de sacrificio, sino de esperanza”, concluye el testimonio.
