13 de julio de 2025
Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano


Por: El Cuarto Piso del Palacio

México está sin dinero y bajo el crimen organizado.
Así lo dijo, sin tartamudear y muy erguido, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. ¿Y saben qué es lo peor? Que tiene razón… pero también tiene memoria selectiva.

Durante el acto luctuoso por el 37 aniversario de Francisco Xavier Ovando, en Morelia, y frente al gobernador morenista Alfredo Ramírez Bedolla —que aguantó estoico como estatua de cera, fingiendo no entender la pedrada—, el llamado “líder moral de la izquierda” enumeró dos grandes problemas nacionales: la falta de recursos públicos para lo social y productivo… y el dominio creciente del crimen organizado.

¿Y eso lo descubrió apenas ayer? Porque si algo ha distinguido a este sexenio y al anterior —ambos con el sello de Morena y la 4T— es justamente eso: Estado quebrado y país entregado al narco.

Y aún así, ahí tienen al ingeniero, avalando con entusiasmo en 2024 la candidatura de Claudia Sheinbaum, diciéndose convencido de su propuesta energética, la misma que hoy arrastra al país entre apagones, escasez de inversión privada, retroceso en energías limpias y ruina presupuestal. Apoyó sin titubeo a quien representaba la continuidad de un proyecto político que —a estas alturas— ya no cabe duda que tiene al crimen organizado como actor político, y al gasto público como botín electoral.

A ver, ingeniero, ¿no se dio cuenta antes? ¿De verdad no lo vio venir? ¿Acaso no leyó los informes de inteligencia que desde hace años advierten sobre la penetración del narco en las estructuras del Estado? ¿No escuchó las voces de alarma de los periodistas asesinados, los jueces amedrentados, los pueblos sitiados? ¿No supo de las candidaturas impuestas a balazos en regiones completas de Guerrero, Michoacán, Zacatecas, Chiapas?
¿O será que le regresó la lucidez después de ver el tamaño del monstruo que ayudó a incubar con su silencio cómplice?

Seamos francos: no se necesita un doctorado ni una bola de cristal para ver que el narco gobierna por regiones, que impone su ley, que cobra derecho de piso a empresas, que recluta menores de edad, que decide qué partidos compiten en ciertos estados y que incluso pacta con algunos gobernadores. Tampoco es secreto que el dinero público se escurre entre caprichos personales del presidente saliente, obras faraónicas sin retorno (como el AIFA, Dos Bocas o el Tren Maya) y programas clientelares que no construyen ciudadanía ni futuro, sólo votos.

Lo que sorprende es que lo diga Cárdenas… después de haberle dado su bendición a quien hoy ocupa la Presidencia.

¿O es que el ingeniero ya se dio cuenta que eso de “continuar la transformación” es sinónimo de normalizar el caos, legalizar la simulación y blindar a los capos con abrazos, discursos tibios y pactos oscuros?

Tampoco olvidemos que fue él, Cárdenas, quien hace seis años también se mostró tibio frente a los excesos de Andrés Manuel López Obrador. Con su silencio, legitimó las purgas en instituciones autónomas, las persecuciones políticas disfrazadas de combate a la corrupción, el sometimiento del Poder Judicial, la militarización indiscriminada del país y el desmantelamiento de los contrapesos democráticos.

Ahora, en pleno 2025, suelta la bomba… pero demasiado tarde, y sin consecuencias reales. Porque en México —y eso lo sabe bien Cárdenas— cuando alguien se atreve a decir la verdad, pero después de haber guardado silencio cuando debía hablar, no ilumina: sólo confirma que fue cómplice por omisión.

Y aunque hay que reconocerle algo —porque lo dicho, dicho está—: al menos no se fue por las ramas. Dijo lo que muchos evaden. Llamó al narco por su nombre, evidenció la quiebra institucional, retrató el vacío presupuestal. Pero la próxima vez, ingeniero, que no sea después del desastre, sino antes de ponerle el sello de aprobación a los que están hundiendo al país.
Y por cierto… tenga cuidado con lo que dice.


No vaya a ser que ahora que le regresó la memoria, termine como Carlos Manuel Urzúa Macías, exsecretario de Hacienda del presidente López Obrador, que después de denunciar que Alfonso Romo Garza lavaba dinero a través de Banco Vector, murió en “un accidente doméstico” dentro de su casa.

Porque en este narco gobierno, cuando alguien habla claro, no sólo se vuelve incómodo: también se vuelve prescindible.


Aquí, alzar la voz puede no ser un acto de valentía… sino una sentencia.