4 de noviembre de 2025

Silencio ante el crimen organizado

Por Rebeca Solano

La policía estatal dispersó con gas lacrimógeno a jóvenes universitarios que protestaban este martes frente al Palacio de Gobierno para exigir justicia por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo.

Los manifestantes, en su mayoría estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, se congregaron de forma pacífica con pancartas y consignas contra la violencia y la impunidad. Sin embargo, la respuesta del gobierno estatal fue la represión: elementos antimotines avanzaron contra los jóvenes, arrojando gas lacrimógeno y deteniendo a varios de ellos.

Así es Morena: cobarde frente al crimen, pero valiente contra su propio pueblo.

El contraste entre la tolerancia del gobierno ante el crimen organizado y su violencia frente a la sociedad civil desató una ola de críticas en redes sociales. “Los estudiantes les estorban, los delincuentes les sirven”, escribió un activista local.

Mientras los universitarios exigían justicia por un funcionario asesinado bajo custodia de la Guardia Nacional, la administración morenista respondió con fuerza policial, no con justicia.

Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, fue ejecutado el pasado fin de semana pese a contar con 14 escoltas federales. Su muerte expuso las fallas del sistema de seguridad y la penetración del crimen en las estructuras del Estado.

La represión en Morelia se convirtió en símbolo de un gobierno que castiga la inconformidad, pero tolera la violencia criminal.

¿Dónde está esa misma fuerza para enfrentar a los que secuestran, matan y gobiernan con miedo?

La “Cuarta Transformación” guarda silencio, porque —como señalan críticos y analistas— los cárteles son hoy quienes financian y protegen las campañas de Morena.

El caso de Morelia deja al descubierto una paradoja moral del régimen: frente a los ciudadanos, impone el orden con gases; frente al crimen, calla y se somete.