Jueves, 25 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

El ‘Pirata’ de la Fuente está listo para recibir el Apertura 2018

Miércoles, 03 Julio 2019
  • Por:  Billieparkernoticias

 

“La peor de la violencia que vivimos y sufrimos las mujeres,
es la que viene de nuestro mismo género”
Alma Delia Hernández Sánchez

Los estereotipos positivos o negativos, son ideas o imágenes que como grupo o sociedad hemos aceptado y bajo el cobijo de ellos han nacido la veneración, admiración, ejemplos del ideal a seguir hacia algunas personas, pero también han dado origen a las faltas de respeto, injusticias y desigualdades que en forma particular o grupal se sufren en los diferentes ámbitos que nos desenvolvemos diariamente.

Día a día hombres y mujeres salimos de manera inconsciente dispuestos y expuestos a escuchar frases como: “¿Y esa faldita?”, “ pareces vieja”, “eres rarito”, “el gordo aquel”, “eres lento como un viejo”, un sinfín de calificativos que más que promover y reconocer nuestras virtudes o la de los demás, nos incitan a juzgar, estereotipar y violentar a las personas con las que convivimos.

En nuestra cultura el “llevarse bien con alguien”, significa que aguantamos bromas pesadas, comentarios hirientes; y si bien mi idea no es decir cómo debe ser nuestra forma de relacionarnos, si me gustaría enfatizar que posiblemente estemos violentando al compañero de trabajo, al amigo, al familiar, a los hijos, a la pareja, etc., sin que seamos conscientes de ello, y sin diferencia que se trate de hombre o mujer.

Cómo sabemos la cultura del machismo en nuestro país está muy arraigada, y si bien debo reconocer que ha habido avances en el olvido de algunas de sus prácticas, principalmente en las zonas urbanas, es un problema al que aún debemos enfrentarnos las mujeres día a día, ya que en muchos ámbitos se nos sigue relegando y dando un papel secundario en la construcción de nuestra sociedad. Durante muchos años el rol femenino fue únicamente de engendrar, criar y acompañar; después de la segunda mitad del siglo pasado es que se nos permitió votar y empezar a participar de los asuntos públicos y aspirar a posiciones de mando.

ONU-Mujeres estima que seis de cada diez mujeres en México han sufrido algún incidente de violencia, en cifras crudas estaríamos hablando de entre 37 y 38 millones de mujeres en el país. Pero esto sólo se refiere a los casos documentados, dejando de lado aquellos que no son considerados graves o que ocurren tras las cuatro paredes de una casa o de una oficina, esos que gestan la violencia de género en todas sus vertientes. Y dentro de esas vertientes, los casos más lamentables de violencia contra las mujeres son los ejercidos por otras mujeres, quienes en un acto por demás incomprensible han venido utilizando las mismas frases, las mismas acciones y las mismas estrategias de descalificación hacia su propio género con la intención de avanzar en la cadena mando, aprovechar alguna oportunidad profesional, evidenciar alguna ventaja social o económica, o porque simplemente estos estereotipos están tan arraigados en nuestra formación que hacen que lejos de reconocer, apoyar o celebrar el triunfo y el éxito de una de nosotras, los descalifiquemos y demeritemos.

La violencia por razón de género es real y no un discurso feminista, sólo que a la mayoría de la población le es indiferente hasta que le sucede a sus esposas, a sus madres, a sus hijas o a un ser querido.

Aclaro que no trato de ahondar la brecha o polarizar las relaciones entre hombres y mujeres, sería un error generar una percepción así; lo que intento es poner sobre la mesa la realidad de más de 60 millones de mexicanas que sufrimos desde la bromita hiriente hasta lamentables casos de feminicidios, sólo por el simple hecho de ser mujer, de mejorar laboralmente o de levantar la voz para hacer saber nuestras opiniones.

En un país tan complejo como México existen “prioridades” sociales y económicas, pero comenzar a ver el mundo con otros ojos debe convertirse más, que en una prioridad, en algo inherente a nuestra existencia..

Para dejar atrás la brecha de la desigualdad debemos identificar los desequilibrios que se generen en las relaciones sociales, laborales o afectivas; cuestionarnos si estamos presenciando o generando algún estereotipo o prejuicio de género a fin de visualizar las desventajas provocadas por sexo o género; y, hacer de la inclusión o modelo de vida.

Invito y hago votos para que como mujeres trabajadoras, estudiantes, amas de casa, madres, hijas, esposas, como ciudadanas nos solidaricemos entre nosotras, nos apoyemos a salir adelante e ir avanzando, subiendo juntas los escalones que nos faltan para poder llegar a la madurez social a la que aspiramos; que no nos metamos el pie, que no nos demeritemos entre nosotras mismas, tengamos claro que si le va bien a algunas, es la señal de que unidas nos irá bien a todas.
El primer paso que como mujeres debemos dar para erradicar la violencia de género, es dejar de violentarnos entre nosotras mismas.

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