Martes, 16 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

“La última noche”

Jueves, 31 Diciembre 2020
  • Por:  alejandro hernández lópez/Arte y Mester

Es de noche y seguirá oscuro, no se ira esa negrura llegando el amanecer. Al otro día en el nuevo año alguien empezará a tocar a tu puerta para aplicarte una vacuna, andará una brigada buscando enfermos.  “Cortaremos la cadena de contagios” y lograremos la “inmunidad de grupo”.

Tristemente ni aplanamos la curva ni domamos a la pandemia. No pudimos ser empáticos. Cómo es que sucedió todo, es pregunta. Más de un millón contagiados y más de 120,000 mexicanos muertos y algunos extranjeros radicados aquí. Y la cuenta sigue.

Será que el gobierno y su exceso de confianza, su arrogancia marcó la pauta. Será que los mexicanos ni los dientes nos lavamos y de pronto todos debemos emplear medidas extremas e imperantes de higiene, aislarse como consecuencia de salvar la vida o salir a la  calle y jugar con la muerte, sin considerar el evidente cambio en la dinámica de la economía no sólo de México sino del mundo.

En México y no en otros lados las víctimas por contagio y muerte mayormente -por sector- son el PERSONAL MÉDICO. Por qué  ese sector, cómo es qué sucedieron las cosas. No puede ser, eso no puede pasar. No puede ocurrir frente a nuestro campante presidente quien ligero anda sin cubrebocas y hablando con su mismo acento para explicarnos cómo podemos tapar el sol con un dedo.

Al inicio de todo esto, México compró insumos médicos, según información proporcionada por INEGI a través del seguimiento del Observatorio Regional de Precios, a precios más caros que 22 economías a las que se les dio seguimiento.

Dentro de esta primera incursión de vacunas está el personal médico. La campaña empezó con la aplicación de la vacuna a una enfermera del sector salud. En este momento en su trabajo están puestos los ojos del mundo, pero ella tiene los ojos puestos en su familia, de ahí depende todo. De ahí se genera todo, de ahí partimos para descubrirnos empáticos.

Con Pfizer cubrimos a este sector dijo Manuel, la voz la secundó Hugo al colocar a febrero y  marzo como los meses esperanzadores, más las vacunas que llegarán la próxima semana para empezar de manera voluntaria con personal médico, adultos mayores, maestros, enfermos crónicos.

Comenzará el mito y las controversias, comenzará otra vez la desinformación. Hoy concluye un año que nació dormido como lo hace un niño, un año donde -el enemigo invisible- que nadie habría imaginado como cierto pero logró poner de rodillas al arrogante: al ser humano.

En México, dice Manuel, no habrá otro apagón. 

P.d. Concluye este año. Cambiaremos el calendario y se me ocurre dejar para usted –que está leyendo estas líneas- un pequeño texto del libro “Insomnio para dormir” de próxima aparición, como un regalo junto con los deseos de que para este nuevo año la plenitud sea suya…  

Vale que va/ alejandro hernández lópez 

Agua de estrellas

De pronto me he preguntado de qué están hechos los días, de dónde obtienen su color, qué tienen estos tramos de tiempo que la vida la vuelven un recuerdo. Las respuestas corren entre mis dedos para escaparse con la certeza de la huida y el olvido tal como lo hace el agua en mis manos.

Y cuando el viento está a punto de volver a mi rostro, contemplo el vaivén de las hojas y miro las cosas bellas que el cielo da, por un rotundo hueco: contemplo el debatir de las nubes, el frescor de un añil lunes. Hay ritmos de sístole y diástole arrastrando pámpanos de otoño desde el suelo y llevándoselos para siempre. Estoy hablando sólo de lo que he experimentado, para que mis palabras no se vuelvan discurso, palabras muy hermosas pero, a final de cuentas, podrían tratarse de retórica.

Caigo en cuenta de cómo es que las palabras van entretejiendo el texto y se remiten al silencio como principio, como actuar a partir de la nada, esa nada de donde surge el dialogo interior. Es obvio que desde tiempos antiguos imágenes y textos intercambian poderes de encantamiento y sugestión.

Así como un hombre que sigue las huellas de una liebre se olvida de las huellas una vez atrapada a su presa. O bien como un hombre se olvida de la red una vez que tiene en sus manos el pescado buscado, así habría que olvidar las palabras que buscan aclarar las imágenes, como habría que olvidar también las imágenes que buscan iluminar a las palabras.

Pero nosotros, sedientos de imágenes y hambrientos de palabras, no hacemos ni una ni otra cosa. Guardamos en la memoria las huellas del tiempo y enviamos a buen resguardo la red de las palabras para darle tiempo que la vida –en un día menos pensado- las vuelva un recuerdo.  

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