En mayo del 2020, fue la última columna publiqué en AGN Veracruz, titulada “La espuria “Fiscala”. La razón, es que no me apetecía escribir en ese lapso de tiempo. Ya no me sentí con la capacidad de expresar objetivamente temas de interés público. Me sentía enojada por lo que estaba sucediendo en el estado y país. Paré. Consideré que no era sano para nadie, que la decepción y la impotencia se viera reflejado en mis escritos.

Pese a que un artículo de opinión como mi columna Fuera de Foco, lo permite; consideró que tenía que frenar y dar un respiro. Este ejercicio periodístico no podía ser ejecutado por obligación a cumplir con mi espacio informativo y ya no disfrutarlo. Inicié otras actividades que poco a poco me han ido llenado el hueco que la “escribidera” dejaba.

Hoy me siento lista. Observo y analizo que desafortunadamente el planeta, el país y sobre todo el estado sigue peor que cuando dejé de escribir. Por lo tanto, el único cambio, es que mi persona está decidida a aportar un granito de arena en pro de mi comunidad a través de diferentes acciones. No necesitamos estar dentro de la política para ayudar a los demás. No necesitó más que voluntad para hacerlo. Poco a poco les iré contando sobre las diversas actividades que tengo proyectadas para este año.

Comencemos, pues, con los temas que nos atañen y sobre todo, por un desafortunado caso, que me hizo decidir iniciar de nuevo.

El decadente sector salud en el estado

Una vuelta al Hospital General de “Alta” Especialidad de Veracruz (antiguamente conocido como el “Regional”) me bastó para constatar que no tenemos un sistema de salud como en Dinamarca, ni de broma. Que tampoco se aplican los protocolos su personal, mucho menos con la gente que tiene que instalarse afuera del nosocomio para esperar noticias de sus familiares que se encuentran atendiéndose en dicho hospital.

Gente sin cubrebocas y quienes si los traen, lo usa inadecuadamente debajo de barbilla para poder echarse el cigarrito o echarse algún bocado. Ingresé de lado de urgencias, donde pregunté al policía instalado en un módulo a la entrada, el sitio donde se estaban haciendo las pruebas de Covid, pues asistí a realizarme una. Me duele la garganta, y pues me mandaron a cumplir con los protocolos y a descartar que dicho “bicho” se encuentre instalado en mi cuerpo. Esperemos que no.

El módulo donde se realizan las pruebas está debajo de las escaleras del hospital. Lugar en donde la gente tradicionalmente se instalaba para resguardarse de las inclemencias del tiempo y pernoctar por las noches. Hoy se encuentra cercado y es utilizado por parte de las autoridades de salud para aplicar las pruebas Covid. Un galerón grande instalado en el centro. Lo primero que encuentras es unas hileras de sillas color naranja, posterior a ellas, el galerón y la leyenda pegada en la puerta de este, “A la Vuelta”. Obediente caminé rodeando el galerón y la parte de atrás encontré unos orificios en la estructura de este, con unas bolsas largas naranjas en forma de un guante grandote. Ahí quién nos realiza la prueba, se mete dentro del galerón, mete sus manos y por medio de una ventanita instalada arriba de las bolsas grandes en forma de guante, mira hacia fuera para introducir el hisopo por nuestra nariz y boca.

Lo que me llamó mucho la atención, es que las dos chicas, no contaban con material profesional, ni en las pruebas ni para ellas. Llegaron con una mesita bastante maltratada con rueditas (a la que se le caía constantemente la llanta y una de ellas, sin problema alguno, la volvía a poner en su lugar). Llantita que obviamente tocaba el piso sucio. Ella era quién nos pasaba los hisopos, para que se lo diéramos a la enfermera que estaba dentro del galerón. En la mesita, una hielera de unisel, donde resguardaban los hisopos y a la que el viento que circula ahí, propiciaba  que volara al suelo sucio. Ellas ataviadas con una bata como de papel, guantes, su cubre bocas y su careta de distintas características, que podemos jurar fueron adquiridas con sus propios recursos, mientras que la “autoridad” le niega hasta el alcohol para realizar su trabajo.

Indigna. Porque vemos a un Ramos Alor en la abundancia y cada día más “cachetón”. Vemos a un Cuitláhuac García en la opulencia y hasta con vehículos blindados y con un grupo grande de guaruras, los cuales lo pagamos todos nosotros. Mientras que lo importante, mientras que el sector salud (y todas las dependencias que dependen del estado) con las carencias que todos conocemos. Dónde no hay ni para jeringas ni alcohol. Dónde las enfermeras y doctores tienen que hacer “milagros” para no contagiarse de Covid.

Duele ver a la gente sufriendo afuera. Duele ver como se exponen. Indigna ver como el gobernador del estado y su gabinete, visten y comen las mejores viandas, mientras, que los pobres, comen de manera insalubre a las afueras de los nosocomios.

Otro infectado en Comunicación Social de Palacio de Gobierno

Darío Galicia, camarógrafo de la Dirección General de Comunicación Social del gobierno de Cuitláhuac García, se encuentra hospitalizado en el IMSS a causa de que resultó infectado por Covid 19 y está grave a causa de ello.

Otro más, y nos preguntamos hasta cuándo, Iván Joseph Luna va continuar obligando a su personal a laborar sin protocolos. Hasta cuándo va a continuar presionando para que los trabajadores tanto sindicalizados como de confianza vulnerables continúen laborando.

¿Cuántos más tienen que morir para que este “chamaco” haga conciencia de la gravedad de la situación que no padece el estado, ni el país solamente, sino el mundo?

Un poco más de solidaridad, Iván, si tu sientes inmunizado y te sientes He-Man, pero no todas las personas se encuentran en la misma situación que tú. Respeta a tu personal.

¿Cuántas muertes más vas a cargar en tus hombros?