16 de noviembre de 2025

Maestra jubilada y taxista Irma Hernández Cruz  / Internet

Por Cuarto Piso de Palacio

La maestra jubilada y taxista Irma Hernández Cruz no murió. A Irma la asesinaron en un estado entregado al crimen, donde la vida de una mujer, una docente, una trabajadora, vale menos que un contrato de remodelación para una casa de gobierno.

La levantaron el 18 de julio, a plena luz del día, en el centro de Álamo. Cinco días después, la Fiscalía confirmó lo que todos temíamos: fue localizada sin vida. La respuesta institucional llegó tarde, como siempre. Un comunicado, una promesa, y otra carpeta de investigación que no servirá para nada. Lo mismo de siempre. La muerte en Veracruz ya no escandaliza a las autoridades; solo las incomoda.

Un crimen que exhibe el fracaso del Estado

Irma tenía 62 años. Fue parte del magisterio de la zona escolar 041 y, como muchos jubilados abandonados por el sistema, debía seguir trabajando. Tomó el volante de un taxi para sobrevivir. Pero ni su edad, ni su labor, ni su trayectoria la protegieron del terror que gobierna a Veracruz desde hace años.

Lo que le ocurrió no es un hecho aislado. Es la consecuencia directa de una política de seguridad fallida, omisa y profundamente corrupta. Desde el sexenio de Cuitláhuac García Jiménez, Veracruz fue abandonado a su suerte, mientras él fingía gobernar con discursos baratos, pactos en lo oscuro y nula rendición de cuentas. Su legado: una entidad a merced del crimen organizado.

Y hoy, con la llegada de Rocío Nahle García, las cosas no han cambiado. Han empeorado. La señora no ha mostrado un solo avance en materia de seguridad. Ni uno. Pero eso sí: hay dinero para remodelar la mansión de Casa Veracruz y el Palacio de Hierro donde ahora despacha, rodeada de mármol, escoltas y cinismo. ¿Y la seguridad de los veracruzanos? Quedó fuera del presupuesto.

Dinero para mármol, silencio para los muertos

¿De qué sirve la Fiscalía General del Estado cuando sólo funciona como oficina de propaganda? Cuando su único discurso es: “No habrá impunidad”, mientras las cifras de mujeres asesinadas, desaparecidas y ultrajadas crecen sin freno y sin justicia.

Irma no está sola. Son cientos de mujeres, estudiantes, comerciantes, madres, trabajadoras, jubiladas, niñas, adolescentes que han desaparecido o sido asesinadas en Veracruz en los últimos años. ¿Dónde están sus carpetas? ¿Dónde están los responsables? ¿Dónde está la justicia?
La Fiscalía Regional de Tuxpan “realiza investigaciones”. Sí, como las miles que jamás han dado resultado. La misma simulación, el mismo cinismo. Y mientras, el crimen gana terreno, se organiza, se fortalece, se siente intocable.

El mensaje es claro: aquí no hay ley

El asesinato de Irma Hernández Cruz es una advertencia brutal: en Veracruz, cualquiera puede ser la siguiente víctima.No hay espacio público seguro, no hay calle protegida, no hay institución confiable. La omisión del Estado ya no es casual: es estructural. La delincuencia se ha infiltrado en cada rincón porque el gobierno decidió no enfrentarla. Decidió solaparla. Decidió no incomodarla.
Y mientras los ciudadanos lloran a sus muertos, la supuesta gobernadora electa presume sus gustos costosos y remodelaciones palaciegas. No le duele Veracruz. No le duele el pueblo. Le duele el presupuesto si no se gasta en su comodidad.

Justicia para Irma y todas

Irma debe ser la última. Pero no lo será si la sociedad no alza la voz, si no se nombra a los responsables políticos, si no se exige que los recursos públicos se utilicen para proteger al pueblo y no para vestir de lujo a los ineptos.

La historia de Irma no puede acabar con una promesa institucional ni con una fosa. Debe encender la rabia social, debe convertirse en símbolo del hartazgo. Porque Irma era una de nosotros. Y hoy, su sangre clama por justicia, memoria y verdad.