28 de septiembre de 2025

Internet

Por: Silvia Núñez Hernández

La “gobernadora de moda” trae la sangre hirviendo. Todo porque su propio secretario de Salud, Roberto Ramos Alor, la hizo pasar un exabrupto público que se convirtió en el hazmerreír de las redes sociales. Fue un error torpe, un desliz verbal de esos que dejan huella y que desató carcajadas, burlas y memes en todas las plataformas digitales. No solo exhibió a Ramos Alor como un funcionario sin control ni tacto, sino que terminó arrastrando a la propia mandataria, que quedó como incapaz de gobernar y de poner orden entre sus colaboradores. Y como en política los ridículos se pagan caros, Nahle no perdona ni olvida, y ahora anda buscando con quién desquitarse.

El enojo no se quedó en anécdota. La más reciente muestra de su furia estalló en el Hospital de Alta Especialidad de Veracruz, donde sin previo aviso fueron cesados el director Fermín Martínez de Jesús y la administradora Marcela Yáñez Tapia, ambos con apenas tres meses en el cargo. La decisión no fue del secretario de Salud, quien los había designado, sino de la propia gobernadora, que de un plumazo se los quitó de encima y colocó en su lugar a la doctora Imelda Victoria Pérez Prior y a Hugo Eduardo Serrano Trinidad como si los puestos fueran simples sillas intercambiables. El manotazo dejó a todos en shock, no solo porque fue abrupto, sino porque Ramos Alor quedó como florero decorativo, reducido a figura de papel en la dependencia que supuestamente encabeza.

La guadaña no se detuvo ahí. Por lo menos cuatro funcionarios más fueron corridos de la misma manera: llegaron a trabajar, intentaron entrar y los notificaron que ya no tenían empleo. Sin explicación, sin un aviso previo, sin posibilidad de defenderse. Oficialmente, el discurso es que todo obedece a una política de “austeridad”, pero en los pasillos de la Secretaría se murmura otra cosa: los huecos ya tienen nombres y apellidos, y corresponden a recomendados del círculo cercano de la mandataria. Es decir, no hay ahorro alguno, solo rotación política, acomodo de cuotas y pago de favores.

El resultado es predecible: un ambiente enrarecido, de miedo permanente entre los trabajadores por contrato que sienten que cualquier día podrían ser sustituidos por militantes de Morena sin formación ni experiencia en el sector salud. Para muchos, la incertidumbre laboral es ya insoportable.

En medio de este panorama, el director de los Servicios de Salud, Valentín Herrera Alarcón, quedó en el más absoluto de los olvidos. Nadie lo toma en cuenta, nadie lo consulta, nadie lo respeta. Su renuncia, aseguran fuentes internas, ya está redactada y lista para entregarse. Herrera, un médico con trayectoria, ha quedado frustrado al ver que proyectos de vida o muerte, como los programas de trasplantes —con más de 9 mil pacientes en lista de espera— simplemente no caminan porque Palacio decide otra cosa. La centralización del poder lo asfixia todo, incluso lo más elemental.

Lo peor es que no siempre fue así. En otros tiempos, el gobernador elegía a su círculo cercano y dejaba que secretarios y directores nombraran a su gente de confianza. Era una cadena de jerarquía que, aunque viciada, garantizaba cierto margen de operatividad. Desde Fidel Herrera a la fecha, ese esquema se destruyó: los gobernadores se volvieron todopoderosos, nombran desde el alto ejecutivo hasta el intendente, y con ello borraron de un plumazo la autoridad de los titulares de las dependencias. Hoy, todos saben que solo se obedece al despacho de la gobernadora, no a los responsables de cada área. De ahí nace el desorden, el descrédito y la jodidez institucional.

Rocío Nahle debería entender que Veracruz no es pasarela ni laboratorio político para lucirse. Veracruz no es un capricho personal ni un proyecto de moda. Para el teatro familiar ya tiene a su marido y a sus yernos, a quienes puede hacer sentir que manda en todo. Pero gobernar es otra cosa. Gobernar requiere dirección, experiencia, acompañamiento de asesores que sepan de lo que hablan. Y hoy lo que ella trae es una brújula perdida que solo genera caos administrativo, miedo laboral y desconfianza ciudadana.

Señora: usted no descubrió Veracruz. No es Colón. Este estado ya estaba en la historia grande de México, con raíces, con grandeza, con peso específico propio que trasciende por mucho su visión limitada de las cosas. No se trata de imponer ocurrencias ni de dar manotazos para aparentar control, sino de conducir a un pueblo con rumbo.

Mientras tanto, la Secretaría de Salud se hunde en la incertidumbre. Ramos Alor quedó reducido a vergüenza pública tras su exabrupto, Valentín Herrera tiene la renuncia lista, y miles de trabajadores viven con la guadaña sobre la cabeza. Peor aún: miles de pacientes esperan un trasplante o una atención médica digna, mientras la mandataria se dedica a cobrarse revanchas políticas y a maquillar su imagen en redes sociales.

Así no se gobierna. Así se desgasta el poder. Así se hunde un estado.