28 de septiembre de 2025

 

Morena / Internet

Por Rebeca Solano

La sucesión en Morena rumbo a 2030 se perfila como un espectáculo de caídas, traiciones y relevos forzados, donde ni el apellido López garantiza la herencia del poder, como analiza Azucena Uresti en su columna Fila Cero en El Universal.

Andy López Beltrán, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador, pasó de ser considerado “operador en las sombras” a quedar debilitado por la exposición mediática. Mientras su padre predicaba austeridad, Andy acumulaba viajes exclusivos y compras de lujo, convirtiendo el famoso grito de “¡Andy presidente!” en objeto de burla.

Adán Augusto López, exsecretario de Gobernación y hombre de confianza de AMLO, también enfrenta desgaste político: su protección a un señalado líder criminal en Tabasco le persigue como una mancha difícil de borrar, dejando su eventual candidatura más como un acto de lealtad que como un proyecto de nación.

Gerardo Fernández Noroña mantiene su estilo incendiario, pero sus desplantes y contradicciones lo han relegado a figura incómoda. Marcelo Ebrard, por su parte, conserva experiencia internacional y eficiencia como funcionario, aunque su enfrentamiento con Claudia Sheinbaum le deja un papel incierto.

Entre los aspirantes, surge Omar García Harfuch, exjefe de la policía capitalina, con alta aceptación y una imagen de eficacia difícil de cuestionar. Aunque AMLO le cerró la puerta en la CDMX, Harfuch se perfila como un rostro fresco capaz de oxigenar a la 4T.

El tablero político está en movimiento. Lo único claro es que ser López ya no garantiza poder; la sucesión se definirá entre quienes sobrevivan a la sombra de AMLO o se atrevan a desafiarla de frente.