IMSS 71 / Internet
Por Silvia Núñez Hernández
En el IMSS 71 no sólo se vive la negligencia médica, el burocratismo y el abandono; ahora se usa la oficina de Comunicación Social como un mecanismo de censura y difamación contra periodistas y derechohabientes que levantamos la voz.
Llevo 27 días en este hospital acompañando a un familiar, y además de ver cómo se pretende dar altas sin diagnóstico ni tratamiento, tuve que enfrentar la violencia institucional encabezada por la propia enlace de prensa del IMSS Veracruz en Xalapa: Ana María Sánchez.
El hecho es contundente: compartí en redes el caso de Ana Victoria, la universitaria que denunció haber quedado ciega por una presunta negligencia médica del IMSS en Veracruz, con la intención de localizarla y analizar jurídicamente su denuncia. La respuesta de Ana María fue brutal: *“Ahhh… nosotros la buscamos, luego hay gente que abusa de las necesidades de los pacientes, en lugar de gestionar de buena fe”*.
Yo no me precipité. Antes de contestarle, pedí a varias personas —incluso un abogado— que leyeran la conversación. Todos coincidieron: me estaba acusando directamente de aprovecharme de pacientes. Entonces, con fundamento, le exigí respeto y pruebas. ¿Su respuesta? Me dejó en visto. Días después, volví a consultar con otras personas, para descartar que en medio de la tensión del hospital yo hubiera malinterpretado. La conclusión fue la misma: me difamó.
Y en lugar de rectificar, me bloqueó y ordenó a las demás enlaces que me bloquearan también. Entre ellas, la única que de verdad fungía como puente: Mayra, enlace de prensa en Veracruz. Ana María no sólo me difamó, también me aisló institucionalmente.
Aclaremos algo: yo no estaba realizando entrevistas dentro del hospital. Pero aunque así hubiera sido, la ley no me lo prohíbe. Aun así, la jefa de seguridad, Delfina Gómez, se me plantó para acusarme de hacer entrevistas “ilegales”. Le pregunté si me había visto. Contestó que no, que “alguien le había dicho”. Le exigí el nombre y que me llevara ante la cama de mi familiar a confrontar al supuesto difamador. Se negó. Fue ahí cuando presenté queja ante la CNDH por difamación institucional, violencia de género, censura y violaciones a la libertad de expresión.
El patrón de negligencia es inocultable
No soy la única. Ahí está el caso de Ana Victoria, ya ventilado en prensa y con respuesta oficial del IMSS. Ahí están también las recomendaciones de la CNDH contra el propio HGZ-71 de Veracruz por violar derechos a la salud, a la vida, al acceso a la información y al trato digno. Ahí están las notas de inundaciones dentro del hospital porque ni las tuberías resisten.
El discurso oficial es siempre el mismo: “Así está todo el sistema de salud, es normal”. Como si lo normal fuera que los derechohabientes y sus familias carguemos con la culpa de gobiernos como el de López Obrador y ahora Claudia Sheinbaum Pardo, que prefieren tirar millones en propaganda y televisoras, mientras en hospitales como el IMSS 71 se normaliza la crueldad.
La realidad es esta: nos descuentan más de 600 pesos quincenales —en mi caso con un sueldo raquítico en la SEV— y aun así, tenemos que soportar maltrato, negligencia y censura. Pagamos impuestos para financiar sus jugosos sueldos y lo que recibimos a cambio es violencia institucional.
Violencias que se acumulan
Lo que he vivido en este hospital encarna varias formas de violencia:
- Institucional: comunicación social y seguridad usados para amedrentar y silenciar.
- De género: se desacredita a una mujer periodista con 35 años de trayectoria, insinuando que “se aprovecha” de pacientes.
- Censura: bloqueo ordenado desde la oficina de prensa.
- Difamación de oídas: acusaciones sin pruebas, repetidas por seguridad.
- Revictimización: el enfermo sufre, y la familia que reclama también es violentada.
- Negligencia médica: altas sin diagnóstico, estudios que se patean para “el próximo año”.
El contraste inevitable
Durante años, el gremio periodístico trató con Homero Arroniz, quien podía tener fallas, pero siempre respondió y nunca acusó. Con Ana María, el cambio es brutal: de la interlocución pasamos a la mordaza.
Mensaje directo a Comunicación Social del IMSS
Yo he sido enlace de prensa. Sé perfectamente cuál es la función: ser puente, a cualquier hora. No se limita a un horario de oficina y menos en el sector salud. Si los celulares que usan son “personales”, entonces exijan al IMSS que les compre teléfonos institucionales para hacer su trabajo. Porque la salud no tiene hora, señora.
Si no le gusta su trabajo, renuncie. Porque ese puesto exige empatía, profesionalismo y vocación de servicio, no soberbia ni difamaciones. Está ocupando un cargo que no entiende y no sabe desarrollar.
Y le advierto: la acusación velada que me lanzó es un tema entre usted y yo. No arrastre al resto de las enlaces para blindarse en su entramado institucional, porque entonces mi único camino será este: mi pluma. Y desde aquí no me voy a callar.
El IMSS se mancha solo: con su negligencia, con su censura, con su desprecio a quienes pagamos su nómina y padecemos sus pasillos.