Namiko Matzumoto Benítez / Internet
Por Silvia Núñez Hernández
Imperdonable. No hay otra palabra para describir la manera en que Namiko Matzumoto Benítez y Christian Ríos se pasan de vivos. Enrocados, brincando de una comisión a otra, ambos dejan sus titularidades para seguir colgados del erario, violando el espíritu de la ley, burlándose de las víctimas y manteniendo intacto su modus operandi: ordeñar presupuestos disfrazados de instituciones.
Tengo tres quejas formales por violaciones a mis derechos humanos que Namiko, desde la CEDH, me desechó con descaro. Violó su deber legal, actuó en pro de los violentadores y utilizó el burocratismo para revictimizarme. Lo mismo ha hecho con decenas de personas. Ella y Christian administran las reparaciones de daño a su antojo: entregan migajas a las víctimas, cuando no les niegan de plano el derecho, y todo bajo la fórmula de la indiferencia institucional.
El fideicomiso de la CEEAIV, que en la última revisión por transparencia rondaba los 93 millones de pesos, debería estar blindado para garantizar a las víctimas una reparación justa. En los hechos, se ha convertido en caja negra. La estrategia es simple: se ofrece a la víctima una cantidad “fuerte” para cerrar el caso y, de ese monto, los comisionados se quedan con un porcentaje. Un negocio redondo. Y ahora Namiko, con su conocida voracidad por el dinero, llega a la CEEAIV para controlar la llave de esa mina.
Pepe Ortiz lo documentó: Namiko no da paso sin red. Se coló al primer círculo de Ahued gracias a Adolfo Toss Capistrán y ha sabido sobrevivir a todos los gobiernos, del duartismo al yunismo, cuitlahuismo, tejiendo favores con periodistas, fiscales, colectivos y secretarios. Un trapecismo político que ya quisiera cualquier saltimbanqui de circo. Su paso por la CEAPP fue desastroso, su gestión en la CEDH aún peor, y todo indica que en Atención a Víctimas repetirá la fórmula: simulación, burocracia, negocios bajo cuerda y revictimización.
Lo indignante es la impunidad con la que opera. Yo tengo una recomendación abierta en la CEDH que ella misma nunca cumplió. Nunca fue capaz de actuar a favor. Al contrario: defendió al agresor, ignoró mis pruebas y me trató como enemiga del sistema. Esa es la mujer que hoy brinca de puesto en puesto con la venia del poder, cuidando más su bolsillo que los derechos de los demás.
El nombramiento interino de Namiko en la Comisión de Atención a Víctimas es una burla más para quienes hemos padecido la violencia y la indiferencia del Estado. Una simuladora profesional, respaldada por políticos de oficio, que convierte el dolor en negocio. Y eso, más que indignar, debería encender todas las alarmas.
