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Por Cuarto Piso de Palacio
Ha vuelto a pasar. Apenas habían transcurrido dos días desde que Estados Unidos reabriera su frontera para la importación de ganado mexicano, cuando la Secretaría de Agricultura de Donald Trump ordenó el cierre inmediato de todos los puertos para la entrada de reses, caballos y bisontes. ¿La razón? Un nuevo caso del gusano barrenador (Cochliomya hominivorax) detectado en Ixhuatlán de Madero, Veracruz, en plena franja de riesgo para el norte del país y peligrosamente cerca de la frontera.
Lo más grave no es el brote en sí. Lo alarmante es que esta catástrofe sanitaria es consecuencia directa de una decisión política: la destrucción del laboratorio de producción de la mosca estéril, el único control biológico realmente efectivo para contener esta plaga, que durante décadas mantuvo a salvo al ganado mexicano y estadounidense.
Ese laboratorio era operado en conjunto por la Comisión México–Estados Unidos para la Erradicación del Gusano Barrenador del Ganado (COMEXA), un esfuerzo binacional de altísimo valor estratégico. Pero fiel a su lógica de “acabar con la corrupción” demoliendo todo sin construir nada, Andrés Manuel López Obrador decidió cancelar su operación en 2019, alegando que era un gasto innecesario y que había “intereses ocultos” detrás de su funcionamiento.
Hoy, la factura de esa arrogancia la paga el país entero.
Ganadería paralizada, economía golpeada
El impacto económico es brutal. El cierre anterior duró siete semanas (entre mayo y junio de 2025) y provocó pérdidas estimadas en 700 millones de pesos, de acuerdo con el Consejo Mexicano de la Carne. Se habían acumulado 650,000 cabezas de ganado varadas, listas para cruzar la frontera. Y cuando por fin comenzaba una reapertura gradual —el 7 de julio en Agua Prieta, Sonora—, el caso de Ixhuatlán de Madero derrumbó todo de nuevo.
La zona del brote está a solo 370 millas (595 km) de la frontera, pero fuera del alcance de la red de dispersión de la mosca estéril, que ya no se fabrica en México. Porque Obrador destruyó el laboratorio, sin plan de sustitución, sin consulta técnica, sin escuchar a ganaderos ni científicos.
La herencia de la destrucción
La crisis del gusano barrenador es solo un botón de muestra. El sexenio de López Obrador se caracterizó por un desmantelamiento sistemático de instituciones clave, bajo el discurso de la “austeridad republicana” y el combate a la corrupción, sin evaluar consecuencias:
* Destruyó el sistema de salud pública: acabó con el Seguro Popular, y el INSABI fracasó.
* Dinamita del poder judicial: intentó someterlo por decreto y presupuesto, y lo sigue atacando desde su movimiento político.
* Aniquiló instituciones autónomas: Conacyt, INAI, la CRE y otros organismos sufrieron recortes y acoso político.
* Canceló fondos de emergencia: El FONDEN, usado históricamente para catástrofes naturales, desapareció.
* Paralizó organismos técnicos: como el que producía moscas estériles para contener el gusano barrenador. Hoy pagamos las consecuencias.
Obrador no combatió la corrupción: combatió al Estado mismo.
Trump se cobra la factura: cierre de frontera, remesas y trato a migrantes
Este nuevo cierre fronterizo no es aislado. Donald Trump ha endurecido su política hacia México, viendo en el caos institucional un pretexto perfecto:
* Cierre de frontera ganadera: bajo el argumento de riesgo sanitario.
* Control de remesas: sectores republicanos han propuesto gravar los envíos de dinero desde EE. UU. hacia México.
* Estigmatización migrante: crece la narrativa de que los mexicanos traen enfermedades y violencia. Trump los trata como delincuentes confesos.
Todo esto ocurre en medio del derrumbe institucional mexicano, heredado de un gobierno que prefirió arrasar con todo antes que gobernar con inteligencia.
¿Y ahora quién paga los platos rotos?
El actual gobierno enfrenta un país patas para arriba. Lo que debería ser una colaboración binacional basada en ciencia, bioseguridad y diplomacia técnica, hoy es un campo minado de desconfianza. Las plagas no entienden de ideologías, pero sus consecuencias sí obedecen a la ineptitud de quienes tomaron decisiones sin respaldo técnico.
La plaga no es el gusano barrenador: la plaga fue el populismo destructivo.
Y ahora, frente al mundo, la ganadería mexicana sangra, literalmente, bajo los efectos de un mal que pudo evitarse.Si México no reconstruye urgentemente su capacidad científica, institucional y diplomática, seguirán cerrando más fronteras… y más puertas.