18 de octubre de 2025

Por Adina Chelminsky

En las ultimas semanas he escrito, en este espacio, poco sobre México.

Hoy quiero retomarlo hablando de uno de los conflictos más dolorosos y preocupantes que enfrentamos. En una lista enorme de retos dolorosos y preocupantes que enfrentamos: el desmoronamiento de la democracia en México.

Desmoronamiento que va a ser completo y difícil de revocar si la planeada Reforma Electoral se lleva a cabo con los modos y formas que el gobierno actual quiere que sean.

En vísperas de esta reforma el gobierno instauró comisiones de escucha a expertos y ciudadanía. Quizá (probablemente) como pantalla y dar atole con el dedo.

El día de ayer Roberto Cardiel, se presentó a hablar ante dicha honorable comisión sobre el peligro que implica una reforma mal hecha.

Roberto es un ciudadano común y corriente pero NO es un ciudadano común y corriente. Poca gente en México tiene la experiencia electoral (en campo) que tiene él.

No sé si la comisión de la reforma electoral va a hacer caso a su llamado de alerta. Probablemente lo archiven en el cajón de “pinches ciudadanos que digan lo que quieran, nosotros vamos derecho (al barranco) y no nos quitamos”.

Pero creo que, para todos nosotros, mexicanos preocupados por México, todas y cada una de sus palabras son un golpe de realidad y de alerta.

Cada idea es imprescindible. Ojalá las puedan leer y compartir.

Roberto Cardiel: La Reforma Electoral que México Necesita

En los años 90, con la creación del IFE, la discusión política se trasladó de las oficinas de la Secretaría de Gobernación a las instalaciones del Instituto en Tlalpan. Por primera vez se procesó la lucha por el poder político de manera plural. Nuevas voces encontraron cauce. se hizo presente una mayor equidad en la vida pública.

Hoy esa discusión ha regresado, como un mal presagio, a Gobernación.

Hace apenas unos años lo electoral era un terreno vedado para el poder ejecutivo. Hoy lo quieren recuperar.

¿Con qué fin?

¿México necesita una reforma electoral? Sí. Pero no cualquiera.

Necesita una que fortalezca el pluralismo, que equilibre la competencia y refuerce la participación política de la ciudadania.

Tres ideas para ello:

Uno, urge corregir el desbalance que provocan las interpretaciones erróneas del sistema de representación proporcional. En la última legislatura, una fuerza política obtuvo una sobre representación de 20 puntos por encima de la votación obtenida.

Esto genera, por simple lógica aritmética, una sub representación (de los otros partidos) injusta. Violando el principio democrático de que cada voto debe tener el mismo peso.

Adoptar un sistema de representación proporcional que garantice que los escaños reflejen fielmente los votos recibidos, no es una opción, es una necesidad democrática. Sólo en los regímenes autoritarios se persiguen mayorías absolutas a toda costa. Violando, con ello, la principal garantía de construcción de la vida política: el consenso.

El consenso es una tarea muy compleja que exige talento, que exige tiempo. Y exige también talante democrático.

Gobernar en democracia NO es aplastar al otro. Gobernar en democracia requiere talento para escuchar. Carácter para incluir.

Otro punto urgente es el fortalecimiento del servicio profesional electoral. Organizar elecciones en México NO es una tarea sencilla. Requiere conocimiento técnico, sí. Pero, también, requiere convicción democrática y formación constante.

Dos pilares han sido clave para que nuestras elecciones en las últimas décadas sean libres y auténticas. Por un lado, ciudadanas y ciudadanos sorteados que cuentan los votos casilla a casilla y que reciben la votación de sus vecinos. Por el otro, profesionales que organizan el padrón, capacitan al electorado y planean la logística.

No es un secreto que el morenismo ha intentado exterminar al servicio profesional. El llamado “plan b” casi lo logra, pero fue detenido por la Suprema Corte (la anterior). Eliminarlo sería abrir la puerta a la improvisación, al retroceso, al riesgo de volver a “las caídas del sistema”, como la que protagonizó el entonces secretario Bartlett.

El tercer elemento clave es el Federalismo. Los organismos públicos locales electorales son garantes de la soberanía en los estados. México NO es homogéneo, las culturas políticas locales requieren soluciones propias. Desaparecerlos es una pretensión centralista añeja que no corresponde a un país que se asume como República Federal.

Las provincias quedaron atrás. Hoy tenemos estados libres y soberanos. De verdad, ¿Alguien cree que desde unas oficinas en Tlalpan o en Bucareli se puede entender y resolver un conflicto electoral en la Mizteca Oaxaqueña. Sin conocer su historia, su contexto, su cosmovisión?

Creo que no.

A los promotores de esta reforma (electoral) creo que es importante que tomen en cuenta que en la estructuración hace falta menos soberbia, más conocimiento, más diálogo.

Los líderes de la historia, los grandes que aun recordamos, tenían la mirada puesta en la eternidad. Muchos de hoy, lamentablemente, sólo ven la recompensa inmediata.

Actuar con visión de eternidad implica ser consciente de que las obras quedan cuando los nombres se van.

Hay que preguntar ¿Que quedará cuando ustedes (los encargados de la reforma electoral) ya no estén? ¿Una democracia plural o un país dividido por el odio?

Sea como sea, muchos de ustedes no vivirán los efectos más duros pero SÍ serán responsables de ellos.

Si se insiste en imponer una reforma electoral que divide, que beneficie sólo al gobierno y a su partido, que anule al pluralismo, entonces estarán sembrando la semilla del enojo, estarán preparando el terreno para la resistencia y no hay que dudarlo: NO NOS QUEDAREMOS CRUZADOS DE BRAZOS SIENDO TESTIGOS PASIVOS MIENTRAS SE PISOTEAN NUESTROS DERECHOS.

La transición democrática fue una obra colectiva. Las reformas de los años 70s y 80s florecieron en los 90s. Muchas y muchos no vieron en vida sus frutos pero, eran reformas de consenso, construidas con visión de país, no de partido.

Hoy no hay consenso y esta generación (de políticos en el gobierno) no tiene el derecho de hipotecar el futuro democrático de quienes vienen en el futuro.

México es plural. Es el punto de partida y debe ser el punto de llegada en la redacción de esta Reforma.