16 de octubre de 2025

Por Cecilio García Cruz / Jesús te Ampare

La reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Poza Rica, Veracruz, dejó más ruido que esperanza.

El colega y analista político Julio Hernández, con su agudeza habitual, describió la escena con precisión quirúrgica:

“La pesidenta batalló para hacerse escuchar entre sonoras exigencias de acciones concretas. Pedía a los congregados en torno a ella que la escucharan –llevándose los dedos de una mano a la altura de la oreja—y que guardaran silencio—con el índice en posición vertical cruzando los labios–.

Incluso en un momento dijo que ya se iba”.

El gesto lo dice todo: Sheinbaum no fue escuchada porque el pueblo está harto de promesas vacías.

En Poza Rica y Álamo, municipios ubicados en el norte de la entidad veracruzana hoy hundidos en la tragedia, los reclamos no fueron políticos, fueron gritos de desesperación.

La desgracia de las inundaciones y deslaves que han cobrado vidas y dejado decenas de desaparecidos expuso nuevamente el rostro de un gobierno que no previó, no actuó y no acompañó a su gente cuando más lo necesitaba.

El ex beisbolista Fernando “El Pulpo” Remes, hoy alcalde de Poza Rica pasó de ser una leyenda en los diamantes a símbolo del fracaso administrativo.

Su gestión ha sido tan torpe como silenciosa ante el dolor de las familias afectadas. Ser héroe deportivo no basta para gobernar con humanidad y eficacia.

Y no es un caso aislado.

En Veracruz, Puebla, Querétaro (PAN), San Luis Potosí (VERDE) e Hidalgo, los gobernadores de Morena han mostrado el mismo patrón: improvisación, soberbia y ausencia de prevención.

Las alertas meteorológicas estaban ahí en el programa noticioso del reconocido y respetado periodista Joaquín López Dóriga. Los expertos lo advirtieron. Pero el aparato gubernamental prefirió mirar hacia otro lado, confiando en el discurso de que “no somos iguales”, un slogan que cayó de la gracia de los mexicanos en los siete años que gobierna la 4T.

La presidenta llegó a una zona devastada sin respuestas ni consuelo real, solo con llamados a la calma que nadie quiso oír. Porque cuando el agua se lleva casas, cosechas y vidas, los discursos no flotan: se hunden.

En Veracruz huele a muerto. No solo por las víctimas de los torrenciales aguaceros, sino por el cadáver político de un proyecto que prometió justicia social y terminó en desastre operativo.

Morena ha perdido la sensibilidad y la cercanía con la gente que lo llevó al poder.

En vez de prevenir tragedias, las administraciones locales prefieren organizar culpas. En lugar de reconstruir el país, recomponen narrativas.

Poza Rica es hoy un espejo de México: un país donde el agua arrastra todo, menos la indolencia y prepotencia de sus gobernantes.

Por más que la señora Sheinbaum intente “sacar del atolladero” a políticos ineptos, corruptos e hipócritas, la realidad supera a la ficción.

A veces la realidad va más allá de los límites que la propia ficción se impone.

¿Se construye el camino diabólico hacia Cuba, Venezuela y Nicaragua?

Ojalá rectifiquen.