17 de noviembre de 2025

Por Raymundo Riva Palacio /Estrictamente Personal

La estrategia para desacreditar la protesta mostró la incapacidad de Claudia Sheinbaum para comprender que la estabilidad no se construye silenciando a adversarios, sino incorporando los disensos

La manifestación del sábado pasado tuvo una interlineado altamente polarizado, que desató una intensa guerra de narrativas en el mundo digital, entre la deslegitimación y descalificación por la composición sociopolítica de quienes protestaron para declarar su fracaso, y la lectura de victoria por las miles de personas que en las condiciones actuales salieron a las calles a enfrentar a un régimen que buscó desacreditar la protesta, impedir que hubiera un paso libre al Zócalo de la Ciudad de México, y una policía que actuó con violencia -pagando como siempre, su cuota de golpes- con un cambio de órdenes: aguantar, pero responder y realizar aprehensiones.

La narrativa oficial para minimizar la manifestación nacional desde que comenzó la marcha tuvo como razón de fondo la preocupación y el miedo de la presidenta Claudia Sheinbaum y su equipo cercano, que la repercusión que pudiera tener la protesta generara la percepción de ingobernabilidad y la llevara a la crisis mediática insalvable en la que la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa metió al expresidente Enrique Peña Nieto. Los temores se cumplieron.

Aunque con diferentes ángulos editoriales, la manifestación, la violencia y la condena del gobierno por los enfrentamientos, dominó informativos de radio y televisión el sábado, y se publicó en la mayoría de los medios impresos de la capital el domingo. Pero las dos visiones encontradas no alcanzaron a matizar la información en el extranjero, donde la violencia en la manifestación impactó en todo el mundo -el buscador de Google arrojó casi 52 millones de búsquedas sobre la marcha-, donde el enfoque sobresaliente fue el descontento con el gobierno por la inseguridad, y las acusaciones de complicidad con los cárteles de las drogas.

La manifestación tuvo una composición ecléctica que sintetizó sus críticas en un fuerte reclamo contra la inseguridad y la violencia, y contra Morena y gobernantes del régimen obradorista. En varias manifestaciones de las decenas que hubo en el país, el grito por la revocación del mando a Sheinbaum fue una constante. En la Ciudad de México se añadió a la gobernadora de Veracruz, Rocío Nahle; en Sinaloa al gobernador Rubén Rocha Moya; en el estado de México a Delfina Gómez, y en Baja California, a Marina del Pilar Ávila.

A Sheinbaum no le importaban las gobernadores y los gobernadores, sino ella. Pese a la copia de los lineamientos y la mañanera que le heredó el expresidente Andrés Manuel López Obrador, la narrativa de Sheinbaum no ha funcionado. Desde que inició su gobierno hace 14 meses, han registrado en Palacio Nacional rendimientos decrecientes porque el mensaje en ella no ha persuadido. Pero no fue sino hasta el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, el primero de noviembre, cuando el descrédito se aceleró. Sheinbaum reaccionó lanzando un plan para la paz y justicia en Michoacán, pero no le ayudó a su imagen.

Un análisis de redes realizado durante 48 horas por la empresa Dinamic, arrojó una conversación de casi tres millones y medio de personas y un total de impresiones de más de 97 millones. De ese total, el 70% fueron opiniones negativas, por la reacción tardía de la presidenta y su falta de empatía, así como por ineficiencia y falta de estrategia de seguridad. Solo el 15% respaldó el plan. Más importante, de ese total de usuarios solo el 1.74% de los que comentaron, “(tenían) comportamiento de bots”.

Sheinbaum pidió con antelación un análisis del comportamiento de las redes sociales de la convocatoria a la marcha de la Generación Z, que se dio a conocer el jueves de la semana pasada, en donde denunció que era una conspiración de la ultraderecha internacional a través de varias personas y colectivos en México. El documento, interesante y profundo por la dinámica que muestra en las redes, no aportaba ninguna causalidad para establecer la hipótesis -menos aún soportar la acusación concreta- de una conspiración internacional. Internamente se vio que los esfuerzos realizados por la presidenta para deslegitimar la marcha, no tuvieron los resultados esperados.

La denuncia no desanimó la convocatoria para la marcha, sino que en algunos casos incluso, la estimuló. Tampoco fue un ángulo principal en la cobertura internacional, quedándose reducida a una discusión doméstica. En este contexto, sin embargo, habría que ubicar un mensaje en X que colocó Barron Trump, quien convenció a su padre, Donald Trump, que en la campaña presidencial se acercara a los jóvenes a través de las redes sociales, el sábado al mediodía:

“AHORA los mexicanos han dicho basta y están literalmente asaltando el Palacio Nacional, gritándole a Sheinbaum ‘Narco Presidenta’. Están tirando las barricadas. Están hartos de que los títeres de los cárteles gobiernen su país. Esto es increíble de ver: una revuelta total contra la corrupción, explotando en tiempo real”.

Tras la manifestación se espera que la Presidencia realice un análisis del descontento social que se vio el sábado, y un diagnóstico de hasta dónde pudiera llegar. En las vísperas de la manifestación se realizaron varios ejercicios analíticos sobre el impacto que habían tenido protestas de la Generación Z en otros países y las consecuencias que causaron, que motivó la estrategia muchas veces recurrida por su jefe político del enemigo interno. Pero la estrategia que para desacreditar la inconformidad social mostró su incapacidad para comprender que la estabilidad, que tanto le preocupa, no se construye silenciando a adversarios, sino incorporando los disensos.

Lo que no hubo en todas esas reflexiones y análisis sobre la manifestación fue la segunda derivada de la inseguridad y la violencia: la corrupción en el régimen. Fue una omisión deliberada o ceguera, porque las manifestaciones de la Generación Z en el mundo tienen como su motor la corrupción del gobierno. La referencia de Sheinbaum sobre la ingobernabilidad y la crisis mediática de la que no se puede salir es Peña Nieto y Ayotzinapa, pero olvida y no le han detallado, que la crisis de Ayotzinapa no fue una caída en popularidad súbita, sino que fue cayendo gradualmente, hasta que cerca de un mes después se dio a conocer la casa blanca de Angélica Rivera, en ese entonces esposa del expresidente, que fue el detonante. La corrupción fue el catalizador social que hundió a Peña Nieto, que no la atacó como ella tampoco quiere hacerlo.