17 de noviembre de 2025

Por Jorge Fernández Menéndez / Razones

  • Hay otro plano de la visita de Marco Rubio que aún debe develarse.

Hay dos maneras de interpretar y entender la visita de ayer del secretario de Estado estadunidense, Marco Rubio, a México, porque hubo también dos planos públicos diferentes. Sin duda, la administración Sheinbaum se puede felicitar de que la visita haya sido un éxito en el ámbito diplomático: que se diga que jamás ha habido un nivel tan alto de cooperación en materia de seguridad, con resultados concretos, entre México y Estados Unidos, no es un dato menor. Que Rubio dijera que con ningún otro país la administración Trump tiene tanta colaboración en la lucha contra el fentanilo, tampoco. Que se mostrara muy bien dispuesto en la conferencia de prensa junto al canciller Juan Ramón de la Fuente, también es una muy buena señal, aunque dijera, en varias ocasiones, que faltaba mucho por hacer.

Pero hay otro plano de la visita que aún debe develarse. En primer lugar, no hubo un convenio de seguridad como se había adelantado, se habló de un acuerdo marco, que no conocemos, con objetivos y metas específicos que tampoco conocemos (Rubio dijo que no se podían adelantar esas metas porque eso pondría sobre aviso a los grupos criminales, en lo que tiene razón) y que será instrumentalizado por un grupo de alto nivel, cuyos integrantes no se divulgaron, aunque, evidentemente, pasará por los principales funcionarios de seguridad de los dos países, que tendrán sus representantes, sus operadores, para las actividades concretas. ¿Será un grupo de coordinación operacional cotidiano o simplemente de evaluación cada cierto tiempo? Para que implique un cambio, ojalá sea lo primero.

Las tareas del grupo de alto nivel serán, según el comunicado conjunto, contrarrestar a los cárteles, fortalecer la seguridad fronteriza, eliminar los túneles fronterizos clandestinos, abordar los flujos financieros ilícitos, mejorar la colaboración para prevenir el robo de combustible, incrementar las inspecciones, investigaciones y procesos judiciales para detener el flujo de drogas y armas. Eso puede implicar todo o nada.

Cuando se comenzó a ahondar en el tema en la conferencia de prensa, Rubio puso el acento en la inteligencia, el entrenamiento, el equipo, en objetivos comunes. De la Fuente fue más vago en ese sentido, pero lo que se dejó entrever es que esos acuerdos van más allá de lo enunciado, con la única restricción, que está bien que la haya impuesto la presidenta Sheinbaum, porque ni política ni legalmente era viable, de no permitir la operación de fuerzas militares de Estados Unidos en México. Se habla de una cooperación reforzada, lo que eso quiera decir, ya lo veremos.

Las diferencias quedaron implícitas, por lo menos en el discurso, cuando Rubio y De la Fuente fueron interrogados sobre el tema Venezuela. Mientras el canciller De la Fuente insistía en el discurso tradicional de la no intervención, pero tampoco se confrontaba o criticaba la política de la administración Trump contra Maduro y la destrucción de una embarcación con drogas en aguas internacionales, con la muerte de 11 tripulantes que el gobierno estadunidense calificó como integrantes del Tren de Aragua, la respuesta de Marco Rubio fue muy dura y dejó huella sobre cómo se entiende desde la Casa Blanca su política antinarcóticos: Rubio dijo que “la única forma de detener a los criminales es eliminándolos”. Que en el pasado se detenían embarcaciones o criminales, se decomisaba droga y ésta simplemente se cargaba a pérdidas de los grupos criminales y, al final, no los afectaba. La política de la administración Trump se entiende como una guerra antiterrorista y los grupos criminales y sus integrantes deben ser eliminados. Más claro, imposible.

También fue muy interesante la respuesta que dio Rubio respecto a la calificación de Nicolás Maduro como jefe del Cártel de los Soles y criminal internacional. Rubio dijo que no era una ocurrencia del gobierno, que las pruebas contra Maduro y otros funcionarios venezolanos se habían presentado ante un gran jurado de Nueva York (“que es una ciudad muy liberal”, agregó Rubio) desde 2020 y que fueron ellos los que lo hallaron culpable. Lo que está haciendo el gobierno es, agregó Rubio, cumplir con la orden que le dio la justicia de perseguir a esos delincuentes. No lo dijo así Rubio, pero queda claro que así será como operará Estados Unidos en la hipotética persecución de personajes políticos que se encuentren relacionados con el crimen organizado, en otros países y también en México. Las declaraciones o la información que puedan proporcionar los criminales que colaboren servirá, como habíamos adelantado hace semanas, para poder judicializar los casos que se decida presentar. No sabemos cuáles serán y si Rubio o su equipo hicieron llegar esos nombres al gobierno federal, a la presidenta Sheinbaum o a Omar García Harfuch, en el contexto de esta visita. Pero no dude que ya los tienen.

Más allá de eso, lo que se acordó es un grupo de alto nivel que coordinará todo tipo de acciones conjuntas entre México y Estados Unidos. Hay un acuerdo marco, pero no un convenio como tal, aunque quedó en claro que la cooperación se profundizará a niveles, dijeron ambos cancilleres, inéditos. Lo único que quedará fuera, y reiteramos que está muy bien porque no es políticamente viable y, además, no es necesaria, es la intervención de fuerzas militares de Estados Unidos en México.

A ver qué sucede, pero no me parece un mal acuerdo. Es, por cierto, mucho más parecido a una Iniciativa Mérida con esteroides que al Plan Colombia.