Por Silvia Núñez Hernández
Pues sí, Reuters lo confirmó y el temblor no vino de la tierra, sino del norte. Estados Unidos le revocó la visa a más de 50 políticos de Morena, y a decenas de funcionarios mexicanos de otros partidos que olían a corrupción, tráfico o sospecha. Pero que nadie se equivoque: el golpe fue dirigido. Washington no da pasos en falso, y cuando el Departamento de Estado decide apagarles el pase de entrada a ciertos “revolucionarios morales”, no lo hace por descuido, sino por asco.
La noticia reventó sin ceremonia. Reuters, la agencia que no se presta a cuentos, reveló que la medida forma parte de una “acción antinarcóticos”, pero el mensaje de fondo fue político: Estados Unidos no confía en Morena. Y mientras en México los aludidos ensayan excusas y teorías de conspiración, en Washington ya los tienen fichados desde hace rato. Les revocaron la visa, y con ella, el glamur de codearse con el enemigo imperial.
Lo irónico es que quienes hoy gritan “¡soberanía nacional!” eran los mismos que viajaban a Houston para atenderse, a Texas para gastar en outlets, y a Miami para presumir su vida de austeridad con chofer y chofera. Pero claro, el discurso siempre se ajusta al momento. Hoy lloran porque el Tío Sam les cerró la puerta, y no hay mañanera que lo arregle.
Entre los primeros nombres confirmados está Marina del Pilar Ávila, la gobernadora de Baja California, que reconoció la pérdida de su visa, aunque, por supuesto, negó tener vínculos con el narco. Faltaba más. Su esposo, Carlos Torres, también fue alcanzado por la misma medida. Pero lo curioso es que esa noticia ya había salido desde hace meses. Ahora vuelve a flote porque Reuters la reposicionó dentro del paquete de sanciones recientes, y claro, porque el escándalo político necesita combustible fresco.
Mientras tanto, Claudia Sheinbaum, la presidenta, guarda silencio prudente. No desmiente ni confirma, solo dice que “Estados Unidos debería informar al Gobierno de México sobre los casos”, como si no supiera perfectamente que en esa relación bilateral los gringos no piden permiso para actuar. Lo cierto es que no hay información pública de que le hayan quitado la visa… todavía. Pero si el criterio es “vínculo con gobiernos permisivos y estructuras contaminadas”, la pregunta flota sola como un misil diplomático:
¿Y tú, Trump, cuándo le vas a quitar la visa a Claudia?
Porque si el Departamento de Estado anda purgando políticos con olor a crimen, negligencia o simulación, más de uno en la 4T debería estar preparando las maletas… o resignándose a quedarse de este lado del muro. No se trata de si cruzan o no la frontera: se trata de quiénes cruzaron las líneas de la decencia pública desde hace años.
Las revocaciones son el reflejo de algo que México no quiere admitir: que el poder, cuando se contamina con la corrupción y el crimen, apesta igual con cualquier bandera. Morena llegó prometiendo pureza y terminó hundida en el mismo pantano de los de antes, solo que con más discurso y menos vergüenza.
Así que mientras los morenistas buscan justificar su humillación diplomática con frases patrioteras, en Washington nadie los escucha. Los boletinan, los observan y los silencian. Y mientras ellos siguen gritando “¡No somos iguales!”, el resto del mundo ya sabe que sí lo son… solo que más torpes.
Y volviendo a la pregunta que queda vibrando en el aire, allá en el despacho de Trump, entre banderas y egos inflados:
¿Cuándo le vas a quitar la visa a Claudia, Donald?
Porque si el nuevo sheriff del mundo anda cazando narcopolíticos, más vale que no se le pase la presidenta que justificó tragedias, ocultó muertos y se rodeó de la misma podredumbre que hoy Estados Unidos está vetando.