Guadalupe Taddei / Internet
Por Silvia Núñez Hernández
México se desangra en desigualdad y carencias, pero eso no impidió que Guadalupe Taddei y sus colegas del Consejo General del INE se autoasignaran un bono equivalente a dos salarios, hasta 525 mil pesos cada uno, como “reconocimiento” por su “carga laboral” en la elección del Poder Judicial. El INE, en pleno país en crisis, destinó 23,757 millones de pesos en bonos para su personal operativo. Casi lo mismo que costó la elección presidencial pasada.
Esto no es un trámite administrativo: es un insulto con firma oficial. Es un acto de voracidad mientras repiten mantras huecos de “austeridad” y “sacrificio colectivo”. Millones viven sin salud, sin seguridad social, sin ingresos dignos… y ellos se blindan con privilegios obscenos. Esta es la imagen de una élite electoral que se reparte el botín de un país empobrecido.
El panorama social es brutal: 38.5 millones de mexicanos viven en pobreza multidimensional, sin ingresos suficientes o con carencias sociales básicas. En 2022 eran 46.8 millones. El gobierno presume una “mejora”, pero la realidad es que la pobreza extrema apenas bajó y la vulnerabilidad por carencias sociales aumentó. El 48.2 % carece de seguridad social y el 34.2 % no tiene acceso a salud adecuada. Los más golpeados son pueblos indígenas, niños menores de cinco años y personas analfabetas.
A esta tragedia se suma un sistema de salud saqueado por el podrido régimen de López Obrador, que dejó morir hospitales por falta de insumos, canceló programas vitales y convirtió el acceso a la atención médica en una ruleta de muerte. Claudia Sheinbaum, lejos de corregir este desastre, lo hereda con cinismo, mientras presume logros inexistentes y se burla de la inteligencia de millones que sí vemos la realidad: clínicas sin medicinas, pacientes obligados a comprar sus propios insumos, enfermos rechazados por falta de equipo, doctores trabajando sin herramientas mínimas. Es la misma política de abandono, disfrazada de discursos triunfalistas.
No se trata de “pago por trabajo duro”: es saqueo con membrete. Es la (in)justicia distributiva convertida en norma: los de arriba con más privilegios, los de abajo con más miseria. Es inadmisible que mientras millones sobreviven al límite, el aparato electoral se premie con cifras indecentes y el Estado destroce la salud pública, condenando a los más pobres a elegir entre enfermar o endeudarse para vivir.
No existe austeridad real mientras la élite se sirve y la base recibe migajas. México no necesita más simulaciones ni discursos: requiere un rediseño total del gasto público, donde cada peso sirva para garantizar derechos, no para engordar fortunas burocráticas. Hasta que eso no ocurra, cada bono, cada privilegio y cada mentira oficial será otra bofetada al rostro de un pueblo ya agotado de tanto saqueo y tanta burla.