16 de octubre de 2025

Protesta en UV

Por Silvia Núñez Hernández

En la Universidad Veracruzana el hedor a podredumbre sindical y rectoral ya no se puede ocultar. La comunidad universitaria, cansada de décadas de abuso, hoy le pone nombre y rostro a los responsables: Enrique Levet Gorozpe, el eterno líder charro del FESAPAUV, y Martín Aguilar Sánchez, el rector más anodino, servil y corrupto que ha tenido esta institución en su historia reciente.

Ambos son las dos caras de un mismo cáncer: la ambición sin límites y la complicidad con el poder. Uno parasita del sindicato desde hace más de tres décadas, viviendo de las cuotas, los privilegios y los favores políticos; el otro, se aferra a un cargo que le fue prorrogado ilegalmente por una Junta de Gobierno sometida, violando los principios de autonomía, transparencia y democracia universitaria.

Esta semana, Levet Gorozpe volvió a confirmar su condición de parásito institucional. Decidió, sin consulta ni consentimiento, descontar a los académicos un día de salario mínimo, dizque para apoyar a 70 compañeros afectados por las inundaciones en el norte del estado. Un gesto aparentemente solidario, pero en el fondo una maniobra oportunista, autoritaria y propia de un cacique sindical que se cree dueño de las nóminas.

Los catedráticos reaccionaron con dignidad y valentía. Desde el grupo Académicos por la UV, publicaron un comunicado en el que repudian el descuento unilateral y exigen transparencia absoluta, señalando que nunca autorizaron ese abuso y que el sindicato no tiene facultades para disponer del salario de sus agremiados. “Rechazamos las acciones unilaterales del FESAPAUV y exigimos respeto a nuestros derechos laborales y a nuestra autonomía como trabajadores universitarios”, advierten con contundencia.

Y tienen razón. Nadie confía ya en un personaje que ha hecho del sindicato un feudo personal, que defendió intereses partidistas, respaldó campañas políticas y bendijo la prórroga ilegal del rector. Levet no sabe lo que es la solidaridad genuina, porque su concepto de lealtad se mide en pesos, prebendas y sumisiones. No representa a los académicos; los usa como rehenes de su poder. Durante años ha sido el escudo y la bisagra entre la UV y los gobiernos en turno, garantizando silencio a cambio de impunidad.

Y esa impunidad, por fin, empieza a desmoronarse.

Si el sindicato está podrido, la rectoría no se queda atrás. Martín Aguilar Sánchez, el rector espurio, ilegítimo y ausente, enfrenta la rebelión de su propia comunidad. Estudiantes tomaron las facultades en Xalapa, Orizaba y Veracruz. Con pancartas que gritan “¡UV de luto, por un rector corrupto!”, exigieron su salida inmediata.

El reclamo no es solo por la tragedia en el norte de Veracruz —donde murieron y desaparecieron universitarios sin que la UV mostrara la mínima empatía o acción—, sino por años de indiferencia, soberbia y omisión. Aguilar Sánchez ha convertido a la Universidad en un aparato gris, sin rumbo, sin ética y sin vergüenza. Bajo su mando, la UV perdió prestigio, credibilidad y respeto.
Ha sido un rector que calla, consiente y se esconde. Su silencio ante el dolor ajeno es una ofensa; su complicidad con Levet, una traición. La Universidad está convertida en un cascarón burocrático al servicio de intereses políticos, donde los valores académicos se desmoronan entre el miedo y el conformismo.

Los estudiantes le exigen responder, no esconderse tras comunicados hipócritas ni enviar emisarios serviles a contener el enojo. La comunidad universitaria no olvida que su continuidad fue un acto de simulación, avalado por una Junta de Gobierno plegada al poder político, donde la ética se cambió por conveniencia y la legalidad por sumisión.

Hoy la Universidad Veracruzana atraviesa una de las crisis morales más profundas de su historia. Ya no bastan las disculpas ni los discursos huecos. Se requieren acciones legales y políticas: la destitución inmediata de Levet Gorozpe, auditorías a las cuotas sindicales, y una investigación formal*contra el rector Aguilar por malversación, abuso de autoridad y omisiones graves.

Los universitarios —profesores, estudiantes y trabajadores— no merecen seguir siendo rehenes de estos dos personajes que solo han sabido chupar la ubre del poder mientras la institución se hunde en el desprestigio.

Ha llegado el momento de romper el ciclo de corrupción y simulación. Si la Universidad aspira a reconstruirse, deberá hacerlo sin charros, sin rectores espurios y sin complicidades.
Porque la dignidad académica no se descuenta en nómina ni se negocia en rectoría. Se defiende.

Acciones penales urgentes

Los académicos, estudiantes y trabajadores de la UV deberían ya presentar denuncias penales ante la Fiscalía Anticorrupción y la Fiscalía General del Estado contra Enrique Levet Gorozpe por abuso de confianza, desvío de recursos, administración fraudulenta y coacción laboral, así como contra Martín Aguilar Sánchez por ejercicio indebido del servicio público, abuso de autoridad y omisión institucional.

La impunidad de estos dos personajes ha durado demasiado.

Porque el “valiente corrupto” vive hasta que el cobarde quiere, y ya es hora de que la comunidad universitaria —la verdadera dueña de la UV— los siente en el banquillo de los acusados.