16 de noviembre de 2025

Por Silvia Núñez Hernández

Morena prepara su siguiente acto de ilusionismo político: mover la revocación de mandato para que se vote el mismo día de las elecciones intermedias de 2027.

Ese día no solo se renovará el Congreso: también 17 gubernaturas, alcaldías, jueces y magistrados.

Un país entero en una sola boleta.

Lo que presentan como “ahorro” es, en realidad, la jugada más burda del poder: poner a la presidenta en la papeleta para arrastrar con su imagen el voto de todo el país. Convertir un mecanismo de control ciudadano en un plebiscito de respaldo.

La estrategia es tan transparente como cínica.

Si la presidenta aparece en la boleta, sube la participación, crece el voto en cascada y Morena mantiene el control institucional sin rendir cuentas.

La revocación, pensada como un instrumento ciudadano para limitar el poder, se convierte en una maquinaria electoral diseñada para conservarlo.

El oficialismo rompe la frontera entre evaluar a un gobierno y reelegir a su partido. No busca someterse a juicio ciudadano, sino blindarse con el discurso del pueblo.

El mismo pueblo que debía vigilar al poder termina convertido en su rehén propagandístico.

Empatar la revocación con las elecciones no es una reforma técnica: es un golpe quirúrgico al corazón del sistema democrático.

Se destruye la línea que separa gobernar de competir; se convierte la consulta en un acto de propaganda.

El gobierno se evalúa mientras reparte dinero, programas sociales, apoyos y promesas.

En una sola jornada se decidiría el rumbo del Congreso, del Poder Judicial y del país entero bajo la sombra de un solo nombre.

Morena quiere lo imposible: ser juez y parte.

Usar la legitimidad del voto para encubrir el desgaste del poder.

Lo que antes se conocía como rendición de cuentas ahora será una especie de “ratificación patriótica” donde quien cuestione será tachado de traidor.

La democracia se vuelve pleitesía.

Qué puede hacer la sociedad

Primero, no normalizar la manipulación del lenguaje.

No se trata de “revocar o ratificar”: se trata de defender la independencia del voto.

Ningún poder debe evaluarse mientras usa recursos públicos. Ningún presidente debe convertir su juicio político en campaña de Estado.

Segundo, organizar la vigilancia ciudadana.

La revocación es legítima solo si se mantiene fuera del calendario electoral.

Si se mezcla, el voto deja de ser libre y se convierte en extensión del poder.

El ciudadano tiene derecho a exigir al Congreso y a las autoridades electorales que el proceso se mantenga independiente y financiado con transparencia.

Tercero, recuperar el sentido original del mecanismo.

La revocación fue creada como una advertencia, no como una ovación.

Su esencia es limitar el poder, no consolidarlo.

Cuando el gobernante teme a su propia herramienta, busca manipularla para neutralizarla.

Por qué no es factible la revocación de mandato (bajo el control de Morena)

1. Porque violenta el principio de división de poderes.

El presidente que promueve su propia revocación no se somete al pueblo, lo usa.
Convertir la consulta en un proceso simultáneo con las elecciones permite que el Ejecutivo invada la esfera del Legislativo y del Judicial, al condicionar su renovación al respaldo presidencial.

2. Porque se rompe la neutralidad electoral.

Si la presidenta aparece en la boleta, todo el aparato de gobierno se convierte en estructura de campaña.

La Constitución (artículo 41) prohíbe el uso de recursos públicos con fines partidistas, pero la reforma que propone Morena haría imposible distinguir entre gobernar y promover el voto.

3. Porque se cancela la evaluación real del mandato.

El juicio ciudadano se diluye entre la propaganda y las emociones electorales.

No se votaría por el desempeño del gobierno, sino por la identidad partidista y la saturación mediática.

4. Porque desnaturaliza la participación ciudadana.

El artículo 35 constitucional define la revocación como un derecho ciudadano, no gubernamental.
Si la iniciativa, el calendario y la promoción vienen del Estado, ya no es ciudadanía: es control institucional.

5. Porque fortalece al verdadero titiritero.

La revocación empatada con las elecciones le devolvería todo el control político al Macuspano.

Aquel que nunca renunció al poder, que maneja a su sucesora como extensión de su proyecto y que ahora busca un plebiscito nacional para ratificar su figura y blindar su legado.

En el fondo, no es Claudia Sheinbaum quien se pondría a votación: es el propio López Obrador, reclamando lealtad desde el exilio dorado del caudillo.

6. Porque reabre la puerta a la reelección disfrazada.

Si el presidente puede medir su respaldo en mitad del sexenio y usarlo para operar políticamente, el siguiente paso es naturalizar la continuidad.

El mito de la “ratificación popular” sería la antesala de una reforma que permita mantener el poder bajo nuevos nombres.

La revocación de mandato no puede ser herramienta de propaganda ni válvula de escape del ego presidencial.

Si el poder necesita volver a la boleta para sentirse legítimo, es porque ya perdió su legitimidad en los hechos.

México no necesita votar para aplaudir: necesita votar para poner límites.

Y cuando el límite se borra, lo que sigue no es democracia: es sumisión institucional al Macuspano que se niega a soltar el país.