
Gobernadora, Rocío Nahle García / AGN Veracruz
Por Silvia Núñez Hernández
Ya resulta imperdonable la ligereza con la que la actual gobernante del estado de Veracruz, oriunda de Zacatecas, expone sus necias palabras. Siempre haciéndose la víctima, al más puro estilo de Andrés Manuel López Obrador, intentando desestimar el horror que se vive en Veracruz. Para ella, parece un chiste macabro que en este estado aparezcan personas desmembradas; lo más grave es que no hay una sola acción real de su gobierno para erradicar la violencia.
El cobro de piso, perpetrado por los grupos criminales, es ya una práctica cotidiana que ahorca a comerciantes, empresarios y hasta familias enteras. Y hasta ahora, la señora Nahle no ha tenido la voluntad —o el valor— de activar protocolos de seguridad efectivos para combatirlo. A estas alturas, pareciera más una protectora de esos grupos que una mandataria decidida a defender a su gente.
Resulta insultante que afirme que “no hay dinero” para medicinas y seguridad mientras su fortuna personal crece como la espuma. Siete residencias millonarias, propiedades de lujo, y seguramente un guardarropa de marcas costosas aunque se empeñe en salir en público vestida “de 50 pesos”. Si liquidáramos sus joyas, ropa y caprichos, podríamos comprar camas hospitalarias, sillas de ruedas, medicamentos y hasta contratar médicos especialistas para cubrir toda la semana en hospitales públicos.
Su “cuarta transformación” cada vez se parece más a una cuarta corrupción, donde nadie respeta a nadie y todos en su gabinete se sirven con la cuchara grande, igual que sucede con Claudia Sheinbaum.
La pretendida serenidad que presume ante la ofensiva de Donald Trump es simplemente ridícula. No engaña a nadie: la inacción y la complicidad se ven desde kilómetros.
En este contexto, las palabras del poeta y activista Javier Sicilia no son exageraciones: México vive una multiplicación del horror con 130 mil desaparecidos, más de 300 mil asesinatos, casi 5 mil fosas clandestinas descubiertas por madres buscadoras y masacres a diario. En Veracruz, dice Sicilia, el grado de descomposición es “atroz”. Y no miente.
El asesinato de la maestra Irma Hernández en Álamo Temapache —un crimen que Sicilia compara con actos de terrorismo radical islámico—, fue reducido por la gobernadora a un simple “infarto”. Esa respuesta no es solo lamentable: es complicidad. Es desprecio por las víctimas y una burla para sus familias.
Sicilia es claro: Morena es peor que el PRI; carece de cultura política, es ineficiente y sus pactos con el crimen organizado son cada vez más evidentes. Y tiene razón. Veracruz no tiene gobierno, tiene un cascarón vacío en el que se reciclan discursos huecos y cortinas de humo mientras la sangre corre por sus calles.
Por eso, era vital que Veracruz fuera gobernado por un veracruzano que entendiera nuestra tierra , su gente y sus dolores. Usted no ganó, señora Nahle, le robó la elección a José Francisco Yunes Zorrilla. Me consta, porque contribuí en la concentración de actas y usted perdía por calle. Lo que usted quería era el poder para controlarlo todo, y lo está logrando: se entromete en todos los niveles de gobierno con un descaro indignante. Ahora mismo, hasta juega a ser presidenta de la Mesa Directiva, por eso corrieron a Esaú y pondrán a Silverio Quevedo Elox, su fiel alfil. Sale de fiscal general, violando la ley; es alcaldesa de todos los municipios que robó Morena; opera como jefa política de facto, usando recursos y estructura para beneficiar a sus incondicionales; anda haciendo politiquería barata mientras deja en la indefensión al estado, porque simplemente no le da la gana gobernar.
Mientras tanto, los ciudadanos son tratados indignamente en todas las dependencias: puertas cerradas, trámites atorados, ventanillas que parecen muros, funcionarios que miran por encima del hombro y un clima de desprecio hacia la gente que sostiene con sus impuestos a este gobierno. Usted, en lugar de enfrentar la violencia, se atrinchera; en lugar de rendir cuentas, se esconde; en lugar de gobernar, manipula.
En la práctica, no tenemos una gobernadora: tenemos a una mujer obsesionada con el control político, que actúa como si Veracruz fuera su feudo personal y que se niega a reconocer que la inseguridad, la corrupción y el desgobierno se le han salido de las manos.
¿A qué le teme, señora Nahle?
