27 de septiembre de 2025

 

Nepal se hunde en la peor crisis social y política de los últimos años  / Vídeo

Por Rebeca Solano

Nepal atraviesa una de las agitaciones más graves de su historia reciente tras el estallido de protestas masivas contra la censura, la corrupción y el deterioro económico. Lo que comenzó como movilizaciones pacíficas en defensa de la libertad de expresión terminó en disturbios violentos, choques con las fuerzas de seguridad y ataques directos contra símbolos del poder político.

El gobierno, encabezado por el primer ministro —en funciones desde julio de 2024—, intentó contener el descontento bloqueando redes sociales como WhatsApp, una medida que resultó ser el detonante de la ira popular. Aunque las autoridades levantaron la censura y el propio mandatario anunció un “reinicio” de su administración, el gesto llegó demasiado tarde: un día antes, las fuerzas de seguridad habían abierto fuego contra la población, lo que desató una ola de indignación y acciones de represalia.

Manifestantes incendiaron el Parlamento, la sede de la Corte Suprema y la residencia de un ministro que admitió “responsabilidad moral” en la represión. Otros funcionarios y exministros fueron perseguidos, golpeados y expulsados de sus casas por turbas enfurecidas, sin distinción de género o cargo. En algunos casos, incluso familiares fueron agredidos.

En las calles, la autoridad del Estado se desmoronó. Apenas se observaban fuerzas de seguridad, mientras grupos civiles armados con fusiles de asalto y explosivos improvisados comenzaron a patrullar por su cuenta. El vacío de poder se agudizó cuando trascendió que el primer ministro y varios altos funcionarios habían huido de la capital.

Los protagonistas de este levantamiento son, en su mayoría, jóvenes y adultos que se han autodenominado la “Generación 395”, en referencia al código de acceso a internet que simboliza su derecho a comunicarse libremente. Sus consignas exigen el fin de la corrupción, la dimisión inmediata del gobierno y la posibilidad de construir un país en el que los nepalíes no tengan que emigrar para sobrevivir.

La precariedad económica y la dependencia de las remesas, vitales para millones de familias, alimentan el malestar. La frustración acumulada estalló con furia contra un gobierno acusado de servilismo hacia potencias extranjeras, luego de que el primer ministro apareciera en giras internacionales junto a los líderes de China e India mientras el país se hundía en crisis.

La oposición política aún no logra articular una salida pacífica, y los llamados al diálogo se ven superados por la magnitud de la violencia. Con edificios oficiales en ruinas, funcionarios escondidos o en fuga y civiles armados en las calles, Nepal enfrenta un escenario incierto y sin liderazgo claro.