
Datos biométricos, ofrenda para Trump / Video
Por Rebeca Solano
En medio de las negociaciones y presiones migratorias entre México y Estados Unidos, ha resurgido una preocupación que afecta directamente a miles de personas migrantes: la recolección masiva de datos biométricos. Detrás de cámaras, drones, módulos móviles y tecnología de punta, se esconde una colaboración silenciosa entre gobiernos, cuyo impacto va mucho más allá del control fronterizo.
Recientemente, diversas organizaciones de derechos humanos han denunciado que los datos biométricos —huellas dactilares, escaneos faciales y de iris— que se recaban a migrantes centroamericanos y mexicanos, están siendo compartidos con agencias estadounidenses sin consentimiento informado ni garantías mínimas de protección de datos.
El regreso político de Donald Trump a la escena pública, con su discurso antiinmigrante reforzado, ha encendido las alertas: los datos que gobiernos como el de México están proporcionando podrían ser utilizados en esquemas de persecución, deportación masiva o criminalización.
«Es como entregarle la vida digital de las personas en bandeja de plata», afirma Leticia Méndez, activista por los derechos de las personas en tránsito. «Muchos migrantes ni siquiera saben que están siendo registrados y menos aún que esa información podría acabar en bases de datos del FBI o ICE».
El uso de estos datos ha sido justificado por el gobierno mexicano como parte de acuerdos de “seguridad regional”. Sin embargo, no existe una ley nacional específica que regule la transferencia internacional de datos biométricos en el contexto migratorio, lo que coloca a las personas en un estado de vulnerabilidad total.
En 2020, durante la administración Trump, ya se había impulsado la expansión del sistema IDENT, una megabase de datos biométricos operada por el Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Ahora, con la posibilidad real de que Trump regrese al poder en 2025, activistas temen que esa maquinaria de control tenga aún más combustible… proporcionado por gobiernos aliados.
Mientras tanto, miles de migrantes siguen cruzando el país sin saber que sus rostros, huellas y movimientos están siendo capturados, almacenados y posiblemente entregados como una ofrenda a la narrativa del miedo.
