17 de noviembre de 2025

 

 Exmilitares colombianos, al servicio del narco en México / Internet

Por Rebeca Solano

México tiene registro de la presencia de exmilitares colombianos en su territorio desde hace más de 15 años, pero en los últimos tiempos su número ha aumentado significativamente, sobre todo en regiones clave para el narcotráfico.

Según una investigación publicada por El País, estos mercenarios operan en estados como Guanajuato, Jalisco y Michoacán, así como en Chihuahua, Durango y Sinaloa, zonas donde confluyen las rutas del Pacífico utilizadas por al menos cinco grandes grupos criminales para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos.

Uno de los cárteles que más ha recurrido a este tipo de reclutamiento es el liderado por “El Mencho”, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), considerado el más violento y poderoso de América Latina. Esta organización concentra la mayor cantidad de exmilitares colombianos, de entre los 2,000 y 3,000 que se calcula han sido contratados en México.

Los exsoldados colombianos son altamente valorados por su entrenamiento en combate, disciplina y experiencia táctica. Su contratación clandestina no es nueva ni exclusiva de México: han participado en conflictos en Sudán, fueron señalados en el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse, y algunos incluso combaten en la guerra de Ucrania.

En México, su función principal es adiestrar a sicarios y fabricar explosivos, dotando a los cárteles de una capacidad operativa aún más letal.

La investigación de El País se basa en decenas de fuentes confidenciales en México y Colombia, que accedieron a hablar bajo condición de anonimato por razones de seguridad.

La falta de cooperación efectiva entre ambos países y la inacción del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en materia de seguridad, han permitido que el fenómeno crezca. Ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta el reto de contener esta ola de violencia y frenar el fortalecimiento militar de los cárteles.

El involucramiento de exmilitares extranjeros en el crimen organizado mexicano representa un riesgo creciente para la seguridad nacional y evidencia el grado de sofisticación y brutalidad al que han escalado los conflictos del narco en el país.