27 de septiembre de 2025
“Mini reingeniería” energética desde el sur de Veracruz

Redacción

De mini refinería a simple mezcladora de aceites

Lo que fue presentado como una “mini reingeniería” energética desde el sur de Veracruz, hoy se perfila como un nuevo escándalo nacional que sacude al gobierno de Claudia Sheinbaum, salpica al secretario de Seguridad Omar García Harfuch y exhibe a la gobernadora Rocío Nahle García, quien ya carga con el estigma de la fallida refinería de Dos Bocas.De acuerdo con el periodista Mussio Cárdenas, la planta ubicada en Coatzacoalcos —promovida como una “mini refinería” impulsada con fondos federales— ha quedado reducida a una simple mezcladora de aceites, sin capacidad para producir combustibles.

El columnista sostiene que lo que inició como un proyecto estratégico, ahora no solo ha perdido su función original, sino que se ha convertido en una bomba de tiempo político para Morena.El asunto explotó hace semanas cuando el entonces secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, aseguró que la planta era una fachada para operaciones de “huachicoleo” disfrazadas de actividad industrial.

Aunque Harfuch afirmó tener pruebas y vínculos con redes de distribución de combustible ilegal, evitó dar a conocer los nombres de los verdaderos propietarios ni de los compradores del producto ilícito.

Su silencio posterior —primero mediático y luego oficial— alimentó la sospecha de que actores políticos de alto nivel estarían involucrados en la operación.La retractación y el silencio cómpliceTras su denuncia inicial, García Harfuch se ha replegado. No ha vuelto a referirse públicamente al tema, ni ha transparentado la información supuestamente recabada por las autoridades federales.

Esta actitud ha generado malestar incluso dentro de sectores de Morena, que acusan una operación de encubrimiento para proteger a empresarios, operadores políticos y funcionarios ligados al proyecto.Por su parte, Rocío Nahle, promotora del plan como parte de su apuesta energética estatal, reconoció finalmente que la planta no es una refinería, sino una “mezcladora de aceites”. Aseguró que el proyecto aún tiene viabilidad, aunque ya no en los términos con los que se vendió a la opinión pública.

La gobernadora ha evadido responsabilidades y minimizado el escándalo, aunque dentro y fuera del estado crecen las voces que exigen rendición de cuentas.Un modelo repetido: de Dos Bocas a CoatzacoalcosLos señalamientos en torno a la planta de Coatzacoalcos reviven los cuestionamientos sobre la refinería de Dos Bocas, inaugurada parcialmente en 2022 y convertida en símbolo del sobrecosto, la opacidad y el incumplimiento de metas de la administración obradorista.

Al igual que en Dos Bocas, la planta veracruzana fue anunciada con bombo y platillo como parte de la autosuficiencia energética de México, pero el resultado ha sido una instalación sin funcionalidad comprobada y envuelta en denuncias.La sospecha de que la instalación en Coatzacoalcos fue utilizada como fachada para el almacenamiento y distribución de combustible robado, sumado a la omisión de autoridades federales y estatales para frenar la operación, ha encendido alertas en la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y la Secretaría de la Función Pública, según fuentes legislativas.Morena con las manos metidasEn su columna, Mussio Cárdenas advierte que los morenistas “tienen las manos metidas hasta el fondo” en el proyecto. No sólo por su promoción y defensa, sino por el papel de intermediarios, gestores y operadores logísticos en la red que presuntamente desvió el propósito de la planta. Desde alcaldes, exfuncionarios de Pemex, hasta empresarios vinculados al partido guinda, estarían bajo la lupa de autoridades federales.Aunque el caso aún no escala en tribunales, la presión mediática y social va en aumento.

El colapso del proyecto de Coatzacoalcos representa no solo un nuevo fracaso de la narrativa energética de la 4T, sino un riesgo político para el nuevo gobierno federal que prometió erradicar la corrupción y las redes de complicidad entre crimen organizado y estructuras estatales.Por ahora, la planta sigue en operación limitada. Pero su función real, sus beneficiarios y los responsables de su desvío aún permanecen en la sombra. El silencio de García Harfuch y la tibieza de Nahle podrían convertirse pronto en un bumerán para quienes apostaron al olvido.Planta de Coatzacoalcos, de promesa energética a escándalo político: de mini refinería a simple mezcladora de aceitesCoatzacoalcos, Ver., 3 de julio de 2025.–

Lo que fue presentado como una “mini reingeniería” energética desde el sur de Veracruz, hoy se perfila como un nuevo escándalo nacional que sacude al gobierno de Claudia Sheinbaum, salpica al secretario de Seguridad Omar García Harfuch y exhibe a la gobernadora Rocío Nahle García, quien ya carga con el estigma de la fallida refinería de Dos Bocas.De acuerdo con el periodista Mussio Cárdenas, la planta ubicada en Coatzacoalcos —promovida como una “mini refinería” impulsada con fondos federales— ha quedado reducida a una simple mezcladora de aceites, sin capacidad para producir combustibles.

El columnista sostiene que lo que inició como un proyecto estratégico, ahora no solo ha perdido su función original, sino que se ha convertido en una bomba de tiempo político para Morena.El asunto explotó hace semanas cuando el entonces secretario de Seguridad de la Ciudad de México, Omar García Harfuch, aseguró que la planta era una fachada para operaciones de “huachicoleo” disfrazadas de actividad industrial. Aunque Harfuch afirmó tener pruebas y vínculos con redes de distribución de combustible ilegal, evitó dar a conocer los nombres de los verdaderos propietarios ni de los compradores del producto ilícito.

Su silencio posterior —primero mediático y luego oficial— alimentó la sospecha de que actores políticos de alto nivel estarían involucrados en la operación.La retractación y el silencio cómpliceTras su denuncia inicial, García Harfuch se ha replegado. No ha vuelto a referirse públicamente al tema, ni ha transparentado la información supuestamente recabada por las autoridades federales. Esta actitud ha generado malestar incluso dentro de sectores de Morena, que acusan una operación de encubrimiento para proteger a empresarios, operadores políticos y funcionarios ligados al proyecto.Por su parte, Rocío Nahle, promotora del plan como parte de su apuesta energética estatal, reconoció finalmente que la planta no es una refinería, sino una “mezcladora de aceites”. Aseguró que el proyecto aún tiene viabilidad, aunque ya no en los términos con los que se vendió a la opinión pública. La gobernadora ha evadido responsabilidades y minimizado el escándalo, aunque dentro y fuera del estado crecen las voces que exigen rendición de cuentas.Un modelo repetido: de Dos Bocas a CoatzacoalcosLos señalamientos en torno a la planta de Coatzacoalcos reviven los cuestionamientos sobre la refinería de Dos Bocas, inaugurada parcialmente en 2022 y convertida en símbolo del sobrecosto, la opacidad y el incumplimiento de metas de la administración obradorista.

Al igual que en Dos Bocas, la planta veracruzana fue anunciada con bombo y platillo como parte de la autosuficiencia energética de México, pero el resultado ha sido una instalación sin funcionalidad comprobada y envuelta en denuncias.La sospecha de que la instalación en Coatzacoalcos fue utilizada como fachada para el almacenamiento y distribución de combustible robado, sumado a la omisión de autoridades federales y estatales para frenar la operación, ha encendido alertas en la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y la Secretaría de la Función Pública, según fuentes legislativas.Morena con las manos metidas

En su columna, Mussio Cárdenas advierte que los morenistas “tienen las manos metidas hasta el fondo” en el proyecto. No sólo por su promoción y defensa, sino por el papel de intermediarios, gestores y operadores logísticos en la red que presuntamente desvió el propósito de la planta. Desde alcaldes, exfuncionarios de Pemex, hasta empresarios vinculados al partido guinda, estarían bajo la lupa de autoridades federales.Aunque el caso aún no escala en tribunales, la presión mediática y social va en aumento.

El colapso del proyecto de Coatzacoalcos representa no solo un nuevo fracaso de la narrativa energética de la 4T, sino un riesgo político para el nuevo gobierno federal que prometió erradicar la corrupción y las redes de complicidad entre crimen organizado y estructuras estatales.Por ahora, la planta sigue en operación limitada.

Pero su función real, sus beneficiarios y los responsables de su desvío aún permanecen en la sombra. El silencio de García Harfuch y la tibieza de Nahle podrían convertirse pronto en un bumerán para quienes apostaron al olvido.