
La reunión estéril entre alcaldes michoacanos y Segob: miedo, silencio y decepción
Por Rebeca Solano
A principios de esta semana, el equipo del gobernador morenista Alfredo Ramírez Bedolla convocó a los alcaldes de los principales municipios de Michoacán a una reunión con la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, realizada desde Casa de Gobierno y por vía Zoom.
En la primera sesión, asistieron 59 de los 61 ediles convocados, y al día siguiente se repitió el formato con autoridades de las zonas norte y sur del estado. El ambiente fue de tensión y rostros serios, apenas unos días después del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ejecutado en plena plaza pública frente a cientos de personas.
Durante el encuentro, Ramírez Bedolla abrió la sesión asegurando que no había temas vetados, pero Rosa Icela Rodríguez enfrió cualquier expectativa, al reconocer que no existe aún un plan de seguridad para Michoacán, contrario a lo anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum. Dijo que estas reuniones servirían únicamente para escuchar inquietudes y tomar nota de las peticiones municipales.
Varios de los asistentes recordaron una reunión similar durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, cuando hablaron ante el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Dos de los funcionarios que participaron en aquella ocasión fueron asesinados semanas después, entre ellos Gustavo Garibay, alcalde de Tanhuato, y Osbaldo Esquivel Lucatero, diputado del PRD, lo que provocó un inevitable déjà vu entre los actuales alcaldes michoacanos.
De acuerdo con cuatro alcaldes consultados, hablar abiertamente ante Rosa Icela no era seguro. “Uno no sabe a quién tiene sentado al lado ni para qué bando trabaja”, dijeron. Coincidieron en que denunciar o hacer señalamientos profundos es dinamita, pues quien lo hace corre el riesgo de no regresar con vida a su municipio. Por eso pidieron que las próximas reuniones sean individuales y con funcionarios de confianza, no en formato público.
Durante casi tres horas, la mayoría de las intervenciones fueron superficiales. Una alcaldesa, por ejemplo, centró su reclamo en la falta de dos semáforos solicitados desde hace dos años, lo que reflejó la debilidad y aislamiento en que operan muchos municipios.
Solo unos pocos se atrevieron a ir al fondo del problema. El alcalde panista de Sahuayo, Manuel Gálvez, pidió que la reunión se tomara en serio y que el tema central fuera la seguridad, no los trámites menores.
Los alcaldes temen que estas reuniones sean solo para “apagar el fuego”, mientras las exigencias reales —fortalecer policías municipales, limpiar la estatal infiltrada por el crimen y recibir recursos federales— siguen sin respuesta.
El contraste más claro está en Morelia, que en tiempos de Peña Nieto recibía 130 millones de pesos anuales para patrullas, cámaras y uniformes, mientras que hoy no recibe ni un centavo, a pesar de ser la capital del estado.
Al final, los alcaldes salieron decepcionados, igual que hace años: sin respuestas, sin recursos y con más miedo que esperanza.
