Lunes, 29 de abril de 2024

  • Aseguran habitantes

En Las Magdalenas Aldama la violencia ha ido subiendo de tono

  • Las mujeres se quejaron de no poder usar sus ropas tradicionales
Sábado, 15 Diciembre 2018
  • Por:  Redacción

Juan de Jesús, victima del conflicto que Las Magdalenas Aldama tiene por tierras con pobladores del municipio vecino de Santa Marta Manuel Utrilla, desde 2016 y que en este 2018 tuvo algunos episodios, como la balacera donde resultó herido un niño, aseguró que la violencia ha ido subiendo de tono y cada vez es más común escuchar balazos de armas largas en los alrededores.

Los habitantes de Santa Marta forzaron con violencia el desplazamiento de varias familias e incluso les quitaron sus parcelas.

Al día siguiente de la balacera donde Juan de Jesús resultó herido, todos los habitantes del pueblo se reunieron en la cancha de basquetbol municipal para informar sobre lo ocurrido y exigir al gobierno que interviniera y resolviera este conflicto.

Además las mujeres se quejaron de no poder usar sus ropas tradicionales -una blusa roja bordada a mano con flores en colores vivos y una falda azul marino con brillos hecha en telar- por temor a que los vecinos las reconocieran como originarias de Las Magdalenas y las atacaran; mientras que los hombres lamentaron no poder regresar a sus tierras a sembrar.

Aurelio Sánchez, representante de los comuneros de Las Magadalenas dijo que “Alzamos la voz para pedir y exigir al gobernador, ya basta de la promesa y la mentira de una solución favorable. No queremos pleitos, queremos vivir en paz con las comunidades vecinas”.

En Chiapas decenas de familias han sido desplazadas por pleitos agrarios en diversos municipios. 

Cabe mencionar que el caso más conocido es el de Chalchihuitán, en donde el año pasado llegó a haber más de cinco mil personas refugiadas en las montañas cercanas a causa de las amenazas y agresiones de habitantes de Chenalhó, sin que hasta hoy la autoridad haya resuelto ninguno de estos conflictos.

A pesar de que la Secretaría de Gobierno estatal, a través de sus oficinas de Protección Civil, se comprometió a entregar regularmente alimentos a estas familias, por más de un mes no contaron con la leche, el maíz, el arroz y el frijol prometidos.

Las mujeres encargadas de hacer la comida se las arreglan con la poca harina de maíz que les queda para hacer al menos tortillas, y hervir las hierbas que se encuentran en los caminos cercanos. Tampoco han recibido la visita de las Caravanas de la Salud, el único servicio médico que tenían al alcance. Todos los han abandonado. 

“El conflicto era porque Chenalhó reclamaba unas tierras y el gobierno no se las reconocía, pero en los hechos, los de Chenalhó terminaron por recuperar esas tierras y a esas comunidades no se les considera”, lamentó Domingo González, vecino de Chalchihuitán.

Roberto Girón Pérez dejó Chiapas para ir a trabajar a una maquiladora de Ciudad Juárez, en donde permaneció por cuatro años.

Durante ese tiempo pudo ahorrar para regresar a hacerse de una casa y trabajar las tierras de su padre, dos hectáreas con más de mil matas de café, lo que le daba confianza sobre su futuro y el de sus hijos. Desde hace un año, el 18 de octubre de 2017, tuvo que dejar su casa y sus tierras porque les prendieron fuego. Lo perdió todo. 

“Nosotros no vivíamos así, nuestras familias tenían una casa con piso, con block, con sus animalitos. Comíamos nuestro huevito, nuestro frijol frito y tostaditas, hoy ya no. Mis hijos extrañan sus juguetes (…) Ahora hasta pedimos que nos apoyen, necesitamos lonas, porque el plástico se rompe con el viento”

El conflicto comenzó el 18 de octubre de 2017, cuando un grupo de habitantes de Chenalhó saco a balazos a cientos de familias de Chalchihuitán, incendiaron algunas casas, saquearon muchas más y tomaron todas sus tierras. Un líder de los comuneros de Chalhichuitán murió en el enfrentamiento.

 “El presidente municipal nos obligó a regresar a nuestra comunidad, nos dijo que si nos quedábamos en el campamento íbamos a estar en peligro, y Protección Civil también, nos dijeron que el problema se iba a calmar, pero no fue cierto. Nos regresamos, pero sigue nuestro sufrimiento, es lo mismo, el problema no ha pasado. Estamos peor porque perdimos nuestros cultivos, nuestros animales domésticos, nos robaron nuestros alimentos, nuestros pollos, los pavos, los puercos; a algunos nos robaron las láminas de las casas, las cosechas de café, acabaron con las matas y con las milpas, se perdió todo (…) Estamos muy cambiados, antes estábamos contentos, tranquilos, aunque sufriendo para conseguir alimento y hoy estamos inquietos, pensando en que van a volver a cortar la carretera, en que haya disparos, estamos muy preocupados, nos sentimos en peligro”, indicó Librado Díaz, uno de los desplazados originales que sí regresó a su casa.

 (Con información de Animal Político) 

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