Viernes, 26 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

“El universo se ha vuelto singular”

Jueves, 09 Julio 2020
  • Por:  alejandro hernández-lópez/Arte y Mester

Tratando de huir de esta pereza que a veces aturde, encallado.

Entre oler el Jazmín y pasear con el café por la terraza

miro que ha florecido

en color lila las acacias de la calle

Me pierdo en el cielo profundo

al fresco de la hora, cerca de un mundo pleno de sentido….

En esta espera se le da vuelta a todo y el tiempo parece demasiado largo, agotado ya sin que ese mismo tiempo lo sepa.

Con el tiempo uno quiere descubrir lo no dicho,

rascar en los lados ajenos.

Ahora la lengua está quieta.

No están prohibidas las salidas.

Es sólo que ya no hay a donde dirigirse…

En las nubes, un dios tal vez indiferente,

pero ya no se le ofrecen sacrificios tremendos sino plegarias desde la humildad y la sencillez humana.

“Aquí en la cotidianidad vuelta peligro

Aquí donde los semáforos continúan latiendo

donde lo humano se rescata a diario de los escombros mediáticos del covid-19

el egoísmo y la inquieta esperanza

Aquí atento al vértigo de los días y al misterio de las noches

A la condición del ciudadano

Y a la del amor

Aquí recobrando en la lengua divina inflexiones humanas

silabas de ternura

piedad y participación

Sobre la tierra está la desdicha y la desesperanza

La imaginación es la loca de la casa

Inquieta pero forma parte de nosotros”

Estoy labrando en el papel en blanco, arando a punta de bolígrafo.

Y miro un universo de insectos y de otro tipo de bichos. Un mundo donde todos vuelan, todos llegan aquí volando. He pasado ratos completos observándoles a todos los que vienen, desde avispas, abejas, escarabajos, grillos; una cosa esplendorosa que es una chinche multicolor y de formas admirables, abejorros de esos amarillos con negro que no miraba desde hacía muchos años. Ha venido también una aerodinámica y vistosa avispa negra que apenas tiene en las puntas de su cuerpo y alas unas briznas de tenue escarlata, sus antenas se mueven esféricamente. Y qué decir de ese mecánico y de alto diseño –quizás sea un escarabajo- insecto verde que al ser mirado por atrás admitía peligro por esas formas agresivas que presenta en otro color que no es verde halago tornasoleado, sino obscuro imbricado y tribulante.

Se ha pasado gran parte del día. Y la tarde trae ahora mosquitos, vaya que son latosos…

En este encierro voluntario/reclusión forzada… en estos días duros emocionalmente, a causa de la incertidumbre que genera la crisis sanitaria del mundo, uno estaría superado por el estrés a no ser por Juanita Dientes Verdes. 

En los periódicos y portales, en la información, uno puede leer que las noticias parecen llevarnos a pensar como si la confianza y el entusiasmo se hayan perdido en la población para reinar la ansiedad, la depresión, la ira, la inestabilidad emocional. Como mucho se ha leído: un ambiente de irrealidad, ese sueño del que uno quiere despertar…

Tristemente hemos siempre escuchado como cierto que en estas épocas, más se aprende; qué en tiempos difíciles donde todo se mueve y nada es estable: la enseñanza siempre resulta buena aunque haya sido dolorosa. Siempre se aprende de la tragedia.

Crisis y tragedia son la oportunidad -incluso para muchos- hasta de solazarse con el dolor ajeno, ahí vimos y seguiremos viendo como hay quienes encuentran una ventana de oportunidad para mostrarse avariciosos, concentradores, encarecedores, especuladores, acaparadores, indiferentes, etc.

Vemos transcurrir el tiempo y la pandemia nos muestra el interior de muchos seres humanos, el disfraz que los oculta. Y de pronto muchas cosas se han ido al cajón del olvido: la reciente muerte de ídolos, artistas, personajes, poetas, periodistas, luchadores, ciudadanos ejemplares, muchos de que quienes imaginábamos tendrían una mejor despedida que ser una estadística, en esta rota época.

 

“Estamos viviendo al día, estamos marcados por lo último.

Estamos en una guerra sin precedentes,

donde no hay soldados,

ni armamento.

Privados de la libertad,

bajo vigilancia

y sospecha permanente”.

 

También pienso que quizás lo que preocupa –para muchos- no es el hecho de permanecer en un lugar, aislado del resto de la humanidad y sin poder salir por otros motivos que no sean primarios, sino lo que se “cocina a oscuras” con la persistencia de esta situación.

Si no es posible confirmar la existencia de una confabulación oculta, tampoco parece que todo sea tan simple como la mutación transmitida por animales o la baba del Chupacabras.

La Historia explicará las reales causas, pero en éste presente reina la propaganda y la confusión, y para el futuro sólo se adivina la incertidumbre.

Esta situación –quizás también- nos debe hacer reflexionar sobre realidades más dramáticas que se viven en muchos lugares del planeta. Los que estamos, o estábamos, instalados en la cómoda y segura sociedad del bienestar, hemos sido sorprendidos por esta pandemia que no acabamos de creer y que nos ha hecho reconsiderar nuestra sociedad, nuestra vida privada, incluso sentir cercana la muerte.

La he pasado asombrándome. Y mucho del tiempo he estado contemplado su pasar y lo que ocurre, como espectador allí paralizado. De verdad asombrándome, hoy pese a la modernidad de nuestro mundo hiperconectado, la humanidad sigue siendo muy, muy frágil. Y los miedos nos acosan como siempre. Sigue el temor ancestral más que la razón.

Hoy damos cuenta que cuando se desata el pánico, sale a la luz la parte más egoísta del ser humano. Estamos entre la utopía y la distopía. Qué tan cercano nos parece ahora el Decamerón de Giovanni Boccaccio. De verdad será que el mundo ya no será como lo veníamos percibiendo, de verdad será que ha cambiado radicalmente la vida en la Tierra, y no sólo eso sino qué tal parece que el planeta ha sido uno de los beneficiados de las medidas de confinamiento por la pandemia. Será...

A ratos de verdad que parece irreal, y uno aquí, como dijera Gabriel Reyes: “Poniendo al fuego la palabra para exhumar la claridad del tiempo”. 

Epílogo 

Porque no emplear el lenguaje de la verdad para hacer entender que el cubrebocas es un gesto de empatía, de solidaridad, de que el otro sepa que nos importa tanto como nuestras vidas. Porque el discurso es nuevamente mentiroso, falaz, como decirnos que es posible una nueva normalidad. Cuando quizás la verdad del lenguaje es que habrá nuevas reglas en un nuevo orden. Y ese nuevo orden empieza con ser solidario –por la vida- usando un cubrebocas.

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