Sábado, 27 de abril de 2024


Columna: Columna Invitada

“¿Cuál es el sonido del pavor?”

Jueves, 06 Agosto 2020
  • Por:  alejandro hernández lópez/Arte y Mester

Si el pavor tiene sonido, este deben ser la voz y el llanto de esta joven madre llamada Juana Pérez. El 30 de junio de este 2020, “Dylan –un pequeño de casi tres años- se dirigió a unos cuantos metros –allí- por unas frutas de arado, y ya no volvió”. Unos días después de la desaparición de su pequeño hijo, ella amaneció un día frente a Palacio Nacional viajando desde San Cristóbal de las Casas para encontrar  –en este laberinto- una voz  de consuelo, de JUSTICIA, de apoyo para dar con el paradero de su hijo...

Y ellos, pero sobre todo él, es incapaz de atender el llamado aunque primero sean los pobres. Son incapaces de insertarse en la realidad, su mezquindad está respaldada por buenas intenciones. Más que decepción -los políticos- nos causan tristeza y exagerando, nos llenan de melancolía porque se han resignado a ser nombrados con una palabra que también le sirve a la zoología: se les llama marranos, asquerosos marranos y yo le agrego mentirosos.

“Me brindaron todo el apoyo, dijeron que estarán supervisando para que los demás hagan su trabajo. Eso me dijeron los diputados”: Que no estoy sola. 

Pero ella anda –con el rostro de su hijo en el pecho- en un gran laberinto por el que da vueltas y vueltas, y pasa una y otra vez por los mismos lugares. Un laberinto por el qué, en nuestra perplejidad, nos sentimos pasmados de tan enorme que es, tan difícil y complicado, como esos lugares donde se ha caminado más de lo que se ha andado.

En este laberinto uno puede irse en cualquier dirección, en cualquier orden, pues no tiene principio ni fin, aunque parece que en el fondo este laberinto tiene caminos para el mejor postor.

En este laberinto nadie sabe a qué hora suenan las campanas.

En este páramo laberíntico los rasgos en el rostro y nuestra identidad no conocen justicia, la raza de bronce no la merece, no tienen dinero. Este laberinto hace años miraba al mar, allí existió una casa de madera en la playa. Ahora todo parece una locura de asombro mayúsculo, este laberinto habla de su menstruación. Este es un laberinto tautológico por donde Juana da vueltas y vueltas y pasa una y otra vez por los mismos lugares.

En este laberinto un par de niños se roban a otro niño por 200 pesos, engañados por una mujer y esa mujer como a un niño burla al fiscal y a los inteligentes colaboradores de la insuficiente y árida fiscalía de Chiapas que dando palos de ciego ofrece 300 mil pesos de recompensa, se inventa una falsa red de trata, detiene a un indígena arbitrariamente e -¿inexplicablemente?- muere.

En este laberinto Dylan de apenas tres años, “fue por unas frutas de arado, y ya no volvió”.

En este laberinto un delincuente exige dos millones de pesos por la golpiza recibida mientras robaba: “pero no hacía daño”. En este laberinto la delincuencia no paga nada. Aquí los delincuentes no pagan ni con cárcel, pues, no la pisan ni siquiera para firmar el auto de formal libertad.

Recuerden, amigos lectores: En la cárcel y en el hospital se conoce a los amigos, le dijo él a Lozoya, aunque a una madre joven e indígena no la haya escuchado ni él, ni nosotros.

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06082020

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