Somos criaturas del tiempo, decía mi maestra Alicia García Bergua: “Queremos poseer lo que es imposible de tener más allá del tiempo”…

Cuando trabajé en Fundación Proempleo escuché a un conferencista decir que un ciego le había pedido a una persona regular qué mientras lo acompañara en la calle le describiera todo a su paso, así lo hizo. Entonces, el que no era ciego aprendió a ver.  

Pienso que esto nos está ocurriendo ahora que detuvimos un instante la marcha debido a la emergencia sanitaria por covid-19.

Andamos viendo cosas que no habíamos mirado.

Como los personajes de Antón Chejov hemos notado que estamos entre seres que viven en una sociedad suspendida, seres que parecen derretirse uno frente al otro ante el fuego. Porque de pronto todos somos seres de hielo derritiéndonos como se derrite una vela. Como ese ser que combate con lo establecido y con sus propios pensamientos para superar sus adversidades.

Damos cuenta de esos seres marginales que hacen el intento por salir de la totalidad que impone una realidad basada en reglas absurdas. Entendemos y miramos que estamos en un punto donde la tecnología no alcanza a rescatar ni consolar a la insolente realidad.

Ahora que hemos cambiado nuestra rutina y que le hemos dado el poder ilimitado a las nuevas tecnologías quizás hemos empezamos realmente a perder privacidad.

Estoy a la mirada del cielo sentado en una silla en la terraza. Observo lejana a la luna. Y cerca de ella brillan lo que parecen ciertos planetas. Y todo el manto tachonado de estrellas. Acudo a ellas fijamente y todas me parece que integran un triángulo, incluso esas tres que se avistan alineadas. Desde aquí, en otras noches, también he visto caer estrellas fugaces, ya muy entrada la madrugada.

Tengo rato de no perder de vista al cielo, tratando de imaginar la distancia, tratando de creer qué quizás desde algún lejano lugar alguien también observa nuestro planeta sin descubrirnos.

Pero que anda buscando el hierro de nuestra sangre, el calcio de nuestros huesos, el carbón de nuestro cerebro; trato de pensar esto, para también imaginar que somos, como le gusta decir a Carl Sagan, materia estelar.

En este estado, aquí se encuentra el polo que presagia a las palabras en la atmosfera magnética del silencio que triza pararrayos y decapita golondrinas de inspiración.

Y es el amor el trayecto que enlaza ambas esferas, el grito que rompe el silencio y las cárceles de la escritura, el golpe que ataca a la oscuridad.

Enorme sorpresa de esa fuerza luminosa que tiene la oscuridad. Se me ocurre pensar que la escena fugaz arroja a un espiral sin fin donde se puede pensar todo y muchas cosas, o no pensar nada. Así son las escenas de belleza indescriptible, así es la noche: un viaje al desierto del alma. 

ANONIMOS PERSONAJES

Te sientes un héroe, la gente sabe que eres un héroe. ¿Qué piensas de eso?

-Yo soy medio ignorante y ni siquiera entiendo qué significa ser un héroe.

Con esa tremenda humildad respondió Cayetano quien rescató a 3 niñas de un incendio ocurrido en una guardería infantil.

“Cuando entré supe cómo era entonces el infierno, pero lo supe más cuando el diablo me dijo: esa no es una niña, es una muñeca y si la rescatas todos se van a reír de ti cuando salgas con una muñeca en los brazos… Pero también estaba Dios que me decía salva a la niña... Si parecía muñeca, sin moverse sentada en un sillón en un rincón de ese infierno en llamas, y ella sin moverse”…  (Manuel Larios/vice.com)

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10092020